• Ex funcionaria del sabinato también bajo sospecha por presuntamente incurrir en malversación de fondos
•Fue funcionaria en la UNACH, en la Procuraduría de Justicia y en el Tribunal Superior
•Los implicados en el fraude 40 mil millones de pesos al patrimonio de los chiapanecos siguen en la impunidad
Carlos Urze/Areópago.
El
caso de Etelvina Ruiz Olvera es sorprendente. No es criticable por supuesto que
alguien con esfuerzo, responsabilidad, tesón y sacrificios llegue a almacenar
una modesta cuenta bancaria que le servirá para los estudios de los hijos o
para llevar una vida austera pero con dignidad.
Alguien
me decía, quizá con razón, que es difícil volverse rico con el puro trabajo y
más si hablamos de un obrero o de quien gana el salario mínimo. La película La
Ley de Herodes, con el actor Damián Alcázar, es una incuestionable radiografía
del México nuestro, aquí en donde en la mayoría de los casos se perdona la
corrupción, jamás la deslealtad. Ese ha sido desde Tata Lázaro para acá un
patrón que, más allá de debilitarse, se robustece en una clase política que le
sigue debiendo mucho a México.
El
sexenio 2006-2012 en Chiapas encarnó con inclemencia el ejemplo que en la Ley
de Herodes se traza con sarcasmo y humor negro sin alejarse de su esencia real
que, como decíamos, es retratar al método político mexicano. Esos seis años
resultaron francamente desastrosos para Chiapas por los altos niveles de
corrupción y complicidad que tejieron los funcionarios de la elite para
solaparse y robar descaradamente el peculio de los chiapanecos.
En
realidad son doce años calamitosos para Chiapas, aquí en donde anteriormente
predominaron los caciquismos coloniales, el poderío de los hacendados y las
luchas de castas cuyo infausto corolario encarnaron los derramamientos de
sangre y la orfandad. Esas llagas seculares empezaron a desterrarse cuando a
las aldeas, a los pueblos rurales y a las ciudades llegó la educación para
cumplir su tarea histórica haciendo germinar la conciencia humana y de las
masas.
La
globalización trajo consigo otra plaga tan letal como la peste: la corrupción.
La docena trágica que a los chiapanecos nos cayó como una maldición nos llevó,
incluso, a preguntarle y reclamarle a Diosito qué estábamos pagando para que se
ensañara de esa manera con nosotros si ya nuestro pueblo ancestralmente ha
padecido conquistas, hambre, pobreza, desnutrición, analfabetismo y
fratricidios.
Dios,
tan ocupado como está, probablemente se olvidó de nosotros durante esos doce
años. Los primeros seis incubaron el
terror, la pesadilla, porque la impunidad parió basiliscos que no sólo se
apropiaron del dinero del pueblo, sino además se convirtieron en su principal
enemigo al usar el poder para la asechanza, el abuso y las formas más feroces y
abominables de agraviar.
Así
supimos de Mariano Herrán Salvatti. Herrán, semejante a Pablo Salazar
Mendiguchía, su jefe y protector, se consideraba un pequeño dios terrenal con
licencia para encarcelar, perseguir, infundir la psicosis de miedo entre los
ciudadanos y, dicen, hasta para asesinar.
Otro
fue César Chávez Castillo, alias El Barba Sucia. Hombre de aspecto
desaliñado, andrajoso, con mal aliento bucal. Alto, flacucho. Jorobado. Dientes sarrosos, uñas largas y mugrientas,
pero con un poder colosal otorgado por Salazar que le permitía, como a Herrán
el adorador de la Santa Muerte, hacer y deshacer a su antojo y cumplir
diabólicos caprichos en toda la estructura gubernamental porque el gobierno de
Chiapas era una hacienda para ellos.
Periodistas, dirigentes sociales, organismos
autónomos, los otros dos poderes (el Legislativo y Judicial) padecieron con
fiereza, resignación y pavor la brutalidad salazariana. Y hoy, el
loco Salazar, el ex preso 8476, todavía se atreve a regresar a Chiapas
campante y temerario, desafiante, en una
artera provocación a las instituciones políticas y una ofensa al pueblo de
Chiapas que no olvida sus ultrajes.
Los
otros seis fueron ricos en la procreación de muchos Juan Vargas, el personaje
de la Ley de Herodes. Con lemas como el
que no tranza no avanza o el de o chingas o te jodes, en esa etapa el carnaval de corrupción no
tuvo límites y así, al igual que Vargas que de ser el administrador de un
basurero se vuelve rico, sujetos convincentemente miserables se ungieron en
respetables hombres de negocios, magnates con gustos excéntricos para la comida
y el vino que hoy pasean por Europa y en lugares míticos del Medio Oriente;
juegan al golf o, los más decentes, transcurren sus días
placenteros en sus casas de Cancún, Acapulco o Cabo San Lucas, en Baja
California.
La
deuda, como sabemos, es de 40 mil millones de pesos. Pasarán tres décadas para
que los chiapanecos podamos pagar sólo los intereses. A cada uno de los
chiapanecos nos toca desembolsar mil 717.17 pesos al mes. Lo haremos durante
treinta años y, paradójicamente, los ladrones siguen en la impunidad.
Nemesio
Ponce Sánchez era camillero en un hospital de la Ciudad de México. Un automóvil
pointer destartalado formaba parte de su única fortuna y la más valiosa. Allá
le quedó a deber al mecánico que una vez le reparó el pointer cuando éste
sufrió un desperfecto en el embrague. También debía tarjetas departamentales. A
estas alturas es multimillonario y hasta podría aparecer en la lista de Forbes
en cualquier momento. Si El Chapo apareció en Forbes, porqué
Nemesio Ponce no.
CASO ETELVINA
Etelvina Ruiz Olvera era una mujer afable y sencilla que
al lado de su esposo Marco Antonio Thomas vendía pan para subsistir. Se las
veían difícil para llevar la canasta básica al hogar, afirman quienes la
conocieron en su etapa de pobreza.
En el gobierno anterior su vida dio un cambio sorpresivo
porque encontró la llave mágica de la prosperidad al ocupar diversos cargos de
funcionaria tanto en la Universidad Autónoma de Chiapas, en la Procuraduría de
Justicia y el Tribunal Superior de Justicia. Siempre enrolada en el área de Recursos Financieros, área
clave en cualquier dependencia porque se trata del manejo discrecional de los
dineros del pueblo, Etelvina Ruiz es
otra ex funcionara bajo sospecha del
sabinato pues presuntamente está embarrada en enriquecimiento inexplicable, ya
que habría incurrido en malversación de fondos y otras anomalías en los cargos
que ocupó en ese sexenio coloreado de
libertinaje y saqueo.
En la UNACH fue sujeta de una auditoría interna y, dicen
fuentes del reportero, no salió bien librada. No pasó nada porque sus amistades
eran de alto nivel. Se supone que son 13 millones de pesos el faltante
encontrado. Además, las mismas fuentes creen que Etelvina pudo incurrir en
falsificación de firmas y otorgando préstamos para pedir mochadas.
Se conjetura que
en la Procuraduría de Justicia se autoprestó 400 mil pesos. Hay las
presunciones de haber concedido préstamos de hasta 500 mil pesos a funcionarios
de primero y segundo niveles sin siquiera ajustarse a la normatividad obligada.
También se presume que en la UNACH pudo haber desviado 3 millones de pesos que
le habrían autorizado para la impartición de cursos académicos.
Etelvina Ruiz vive actualmente en el fraccionamiento El
Diamante, un suburbio habitado por la clase acomodada en donde una casa vale
arriba de un millón de pesos. Tiene una preciosa camioneta de lujo Gran
Cheroke, considerada la reina de las camionetas por su elegancia y la potencia
de su motor, con un valor que oscila entre los 630 mil y los 950 mil pesos.
Antes vendía pan.
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