jueves, 22 de agosto de 2013

El caso Etelvina Ruiz Olvera: Vendía pan, hoy es millonaria


     

• Ex funcionaria del sabinato también bajo sospecha por presuntamente incurrir en malversación de fondos

•Fue funcionaria en la UNACH, en la Procuraduría de Justicia y en el Tribunal Superior

•Los implicados en el fraude 40 mil millones de pesos al patrimonio de los chiapanecos siguen en la impunidad



Carlos Urze/Areópago.

El caso de Etelvina Ruiz Olvera es sorprendente. No es criticable por supuesto que alguien con esfuerzo, responsabilidad, tesón y sacrificios llegue a almacenar una modesta cuenta bancaria que le servirá para los estudios de los hijos o para llevar una vida austera pero con dignidad.
Alguien me decía, quizá con razón, que es difícil volverse rico con el puro trabajo y más si hablamos de un obrero o de quien gana el salario mínimo. La película La Ley de Herodes, con el actor Damián Alcázar, es una incuestionable radiografía del México nuestro, aquí en donde en la mayoría de los casos se perdona la corrupción, jamás la deslealtad. Ese ha sido desde Tata Lázaro para acá un patrón que, más allá de debilitarse, se robustece en una clase política que le sigue debiendo mucho a México.
El sexenio 2006-2012 en Chiapas encarnó con inclemencia el ejemplo que en la Ley de Herodes se traza con sarcasmo y humor negro sin alejarse de su esencia real que, como decíamos, es retratar al método político mexicano. Esos seis años resultaron francamente desastrosos para Chiapas por los altos niveles de corrupción y complicidad que tejieron los funcionarios de la elite para solaparse y robar descaradamente el peculio de los chiapanecos.
En realidad son doce años calamitosos para Chiapas, aquí en donde anteriormente predominaron los caciquismos coloniales, el poderío de los hacendados y las luchas de castas cuyo infausto corolario encarnaron los derramamientos de sangre y la orfandad. Esas llagas seculares empezaron a desterrarse cuando a las aldeas, a los pueblos rurales y a las ciudades llegó la educación para cumplir su tarea histórica haciendo germinar la conciencia humana y de las masas.
La globalización trajo consigo otra plaga tan letal como la peste: la corrupción. La docena trágica que a los chiapanecos nos cayó como una maldición nos llevó, incluso, a preguntarle y reclamarle a Diosito qué estábamos pagando para que se ensañara de esa manera con nosotros si ya nuestro pueblo ancestralmente ha padecido conquistas, hambre, pobreza, desnutrición, analfabetismo y fratricidios.
Dios, tan ocupado como está, probablemente se olvidó de nosotros durante esos doce años. Los primeros seis  incubaron el terror, la pesadilla, porque la impunidad parió basiliscos que no sólo se apropiaron del dinero del pueblo, sino además se convirtieron en su principal enemigo al usar el poder para la asechanza, el abuso y las formas más feroces y abominables de agraviar.
Así supimos de Mariano Herrán Salvatti. Herrán, semejante a Pablo Salazar Mendiguchía, su jefe y protector, se consideraba un pequeño dios terrenal con licencia para encarcelar, perseguir, infundir la psicosis de miedo entre los ciudadanos y, dicen, hasta para asesinar.
Otro fue César Chávez Castillo, alias El Barba Sucia. Hombre de aspecto desaliñado, andrajoso, con mal aliento bucal. Alto, flacucho. Jorobado.  Dientes sarrosos, uñas largas y mugrientas, pero con un poder colosal otorgado por Salazar que le permitía, como a Herrán el adorador de la Santa Muerte, hacer y deshacer a su antojo y cumplir diabólicos caprichos en toda la estructura gubernamental porque el gobierno de Chiapas era una hacienda para ellos.
 Periodistas, dirigentes sociales, organismos autónomos, los otros dos poderes (el Legislativo y Judicial) padecieron con fiereza, resignación y pavor la brutalidad salazariana. Y hoy, el loco Salazar, el ex preso 8476, todavía se atreve a regresar a Chiapas campante y temerario, desafiante,  en una artera provocación a las instituciones políticas y una ofensa al pueblo de Chiapas que no olvida sus ultrajes.
Los otros seis fueron ricos en la procreación de muchos Juan Vargas, el personaje de la Ley de Herodes. Con lemas como el que no tranza no avanza o el de o chingas o te jodes,  en esa etapa el carnaval de corrupción no tuvo límites y así, al igual que Vargas que de ser el administrador de un basurero se vuelve rico, sujetos convincentemente miserables se ungieron en respetables hombres de negocios, magnates con gustos excéntricos para la comida y el vino que hoy pasean por Europa y en lugares míticos del Medio Oriente; juegan al golf o, los más decentes, transcurren sus días placenteros en sus casas de Cancún, Acapulco o Cabo San Lucas, en Baja California.
La deuda, como sabemos, es de 40 mil millones de pesos. Pasarán tres décadas para que los chiapanecos podamos pagar sólo los intereses. A cada uno de los chiapanecos nos toca desembolsar mil 717.17 pesos al mes. Lo haremos durante treinta años y, paradójicamente, los ladrones siguen en la impunidad.
Nemesio Ponce Sánchez era camillero en un hospital de la Ciudad de México. Un automóvil pointer destartalado formaba parte de su única fortuna y la más valiosa. Allá le quedó a deber al mecánico que una vez le reparó el pointer cuando éste sufrió un desperfecto en el embrague. También debía tarjetas departamentales. A estas alturas es multimillonario y hasta podría aparecer en la lista de Forbes en cualquier momento. Si El Chapo apareció en Forbes, porqué Nemesio Ponce no.

CASO ETELVINA
            Etelvina Ruiz Olvera era una mujer afable y sencilla que al lado de su esposo Marco Antonio Thomas vendía pan para subsistir. Se las veían difícil para llevar la canasta básica al hogar, afirman quienes la conocieron en su etapa de pobreza.
            En el gobierno anterior su vida dio un cambio sorpresivo porque encontró la llave mágica de la prosperidad al ocupar diversos cargos de funcionaria tanto en la Universidad Autónoma de Chiapas, en la Procuraduría de Justicia y el Tribunal Superior de Justicia. Siempre enrolada  en el área de Recursos Financieros, área clave en cualquier dependencia porque se trata del manejo discrecional de los dineros del pueblo,  Etelvina Ruiz es otra ex funcionara bajo sospecha   del sabinato pues presuntamente está embarrada en enriquecimiento inexplicable, ya que habría incurrido en malversación de fondos y otras anomalías en los cargos que ocupó  en ese sexenio coloreado de libertinaje y saqueo.
            En la UNACH fue sujeta de una auditoría interna y, dicen fuentes del reportero, no salió bien librada. No pasó nada porque sus amistades eran de alto nivel. Se supone que son 13 millones de pesos el faltante encontrado. Además, las mismas fuentes creen que Etelvina pudo incurrir en falsificación de firmas y otorgando préstamos para pedir mochadas.
             Se conjetura que en la Procuraduría de Justicia se autoprestó 400 mil pesos. Hay las presunciones de haber concedido préstamos de hasta 500 mil pesos a funcionarios de primero y segundo niveles sin siquiera ajustarse a la normatividad obligada. También se presume que en la UNACH pudo haber desviado 3 millones de pesos que le habrían autorizado para la impartición de cursos académicos.
            Etelvina Ruiz vive actualmente en el fraccionamiento El Diamante, un suburbio habitado por la clase acomodada en donde una casa vale arriba de un millón de pesos. Tiene una preciosa camioneta de lujo Gran Cheroke, considerada la reina de las camionetas por su elegancia y la potencia de su motor, con un valor que oscila entre los 630 mil y los 950 mil pesos.
            Antes vendía pan.

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