• Testimonios aberrantes de los tiempos de poder e impunidad del funcionario en el sabinato
• Revelaciones inéditas de cómo y porqué ordenó matanzas en varios ejidos chiapanecos
• Hay suficientes razones para investigar y detener al sátrapa que robó el dinero de los chiapanecos
Carlos Urze/Areópago.
¿Por qué tanta indecisión a la hora de hacer justicia? ¿Cuáles son las razones por las que después de casi un año de terminar el gobierno sabinista todavía nada se sabe de las investigaciones y las auditorias? El tiempo pasa y el silencio hace que se acreciente la indignación, poniendo en entredicho el valor y la autoridad de los órganos ministeriales.
El reclamo de justicia que aún no alcanza asideros confiables pide, como una respuesta parcial, la detención de El Camillero del Palacio Nemesio Ponce Sánchez, que en su calidad de subsecretario de gobierno despachó una serie de atropellos al Estado que cínicamente denominó “Funciones y facultades propias de la oficina”. En otras palabras: Alguien tenía que encargarse del trabajo sucio.
Nemesio Ponce Sánchez, cuya única posesión de sabiduría se sustenta en el profundo conocimiento de los usos y costumbres de los arrabales de la ciudad de México, añade un rasgo a su personalidad a causa de la investidura: por motivos autobiográficos no tolera la disidencia: “Los reprimo para que me entiendan”.
Formado en la miseria, viene a ser parte de las filas del gobierno de Sabines en el momento en que nada peor podía pasarle en la vida, pues ya había sufrido el desprecio y la derrota, el hambre y el frío. Y frente a la oportunidad, adopta una ley que lo regirá durante todo el sexenio a modo de venganza a la frustración: “El régimen no admite oposiciones”.
Si en el régimen troglodita de Pablo Salazar Mendiguchía, el preso 8476, la máxima fue entierro, destierro o encierro para los enemigos políticos que se contaron a montones, en el de Sabines, Ponce Sánchez inmortalizó una frase que resume la omnipotencia que gozó en esos seis años: Ni Dios puede discutir mis órdenes.
Tal axioma lo hacía no sólo para exhibir un poder colosal, sino para amedrentar, intimidar, coaccionar a funcionarios y políticos, siendo los alcaldes una presa exquisita para la corrupción. Así controló Nenemesio Ponce a todas las entidades del poder público, incluso su potestad aplastó a los otros poderes: el Legislativo y el Judicial.
El reclamo de justicia que aún no alcanza asideros confiables pide, como una respuesta parcial, la detención de El Camillero del Palacio Nemesio Ponce Sánchez, que en su calidad de subsecretario de gobierno despachó una serie de atropellos al Estado que cínicamente denominó “Funciones y facultades propias de la oficina”. En otras palabras: Alguien tenía que encargarse del trabajo sucio.
Nemesio Ponce Sánchez, cuya única posesión de sabiduría se sustenta en el profundo conocimiento de los usos y costumbres de los arrabales de la ciudad de México, añade un rasgo a su personalidad a causa de la investidura: por motivos autobiográficos no tolera la disidencia: “Los reprimo para que me entiendan”.
Formado en la miseria, viene a ser parte de las filas del gobierno de Sabines en el momento en que nada peor podía pasarle en la vida, pues ya había sufrido el desprecio y la derrota, el hambre y el frío. Y frente a la oportunidad, adopta una ley que lo regirá durante todo el sexenio a modo de venganza a la frustración: “El régimen no admite oposiciones”.
Si en el régimen troglodita de Pablo Salazar Mendiguchía, el preso 8476, la máxima fue entierro, destierro o encierro para los enemigos políticos que se contaron a montones, en el de Sabines, Ponce Sánchez inmortalizó una frase que resume la omnipotencia que gozó en esos seis años: Ni Dios puede discutir mis órdenes.
Tal axioma lo hacía no sólo para exhibir un poder colosal, sino para amedrentar, intimidar, coaccionar a funcionarios y políticos, siendo los alcaldes una presa exquisita para la corrupción. Así controló Nenemesio Ponce a todas las entidades del poder público, incluso su potestad aplastó a los otros poderes: el Legislativo y el Judicial.
CASO MITZITÓN
El caso Mitzitón es un claro ejemplo de la ruindad, de su despotismo, de la aversión por los chiapanecos, de sentirse “El Todopoderoso”; es un motivo más del porqué las autoridades deben prestar solicitud a los reclamos de la opinión pública e investigarlo hasta las últimas consecuencias.
Expongo unos datos:
1.
La respuesta expiatoria de Nemesio Ponce por el operativo que terminó con varios muertos y la aprehensión de siete indígenas de San Sebastián, y que él dirigió desde su despacho en Palacio de Gobierno: “Nada tuve que ver en el caso Mitzitón. Las acusaciones que hace el licenciado Ricardo Lagunés Gasca (abogado del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas) hacia mi persona carecen de fundamento y credibilidad. Y aclaro que a nosotros, como autoridad competente, nos corresponde propiciar la paz por las mejores vías y no provocar los conflictos, tal como se nos culpa. Y eso de que armamos delincuentes a sueldo, es una gran mentira del abogado Lagunés para poner en mal al gobierno”.
2.
Días después, miembros de la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos, revelan: “Estamos aliados con el doctor Nemesio Ponce… Él nos ordenó emboscar al abogado Ricardo Lagunés… Durante todo el tiempo que duró el operativo en San Sebastián Bachajón y en Mitzitón, fue a Nemesio Ponce a quien le rendimos cuentas”.
El operativo fue calificado por Nemesio Ponce como conflicto religioso y no por su esencia: exterminio religioso-político-zapatista.
3.
Las acusaciones verbales del CDHFBC se convierten en averiguaciones previas, y en ellas imputan a Nemesio Ponce Sánchez los hechos fatales. Y una vez asentada la demanda, los ejidatarios de Jotolá y San Sebastián fueron acosados y perseguidos por elementos de la Policía Estatal Preventiva por una razón: denunciar los hechos y pedir justicia.
4.
En septiembre de ese mismo año, Ponce Sánchez envía policías ministeriales y agentes de la PEP al ejido de Jotolá con dos objetivos: detener al comisariado ejidal y al profesor Ricardo Sánchez, vocero de las querellas, y dejar claro el mensaje: “El doctor Nemesio Ponce Sánchez es intocable”.
Para exterminar las problemáticas del Estado, Nemesio localiza en los disidentes el peor crimen: la impertinencia, como en el caso de los denunciantes y después tachados como enemigos de la patria. Los criminales (la tesis se infiere a los que critican el abuso de poder) lo son por instinto y no pueden evitarlo; los impertinentes desean castigar al funcionario, y eso es un delito sin remisión.
Expongo unos datos:
1.
La respuesta expiatoria de Nemesio Ponce por el operativo que terminó con varios muertos y la aprehensión de siete indígenas de San Sebastián, y que él dirigió desde su despacho en Palacio de Gobierno: “Nada tuve que ver en el caso Mitzitón. Las acusaciones que hace el licenciado Ricardo Lagunés Gasca (abogado del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas) hacia mi persona carecen de fundamento y credibilidad. Y aclaro que a nosotros, como autoridad competente, nos corresponde propiciar la paz por las mejores vías y no provocar los conflictos, tal como se nos culpa. Y eso de que armamos delincuentes a sueldo, es una gran mentira del abogado Lagunés para poner en mal al gobierno”.
2.
Días después, miembros de la Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos, revelan: “Estamos aliados con el doctor Nemesio Ponce… Él nos ordenó emboscar al abogado Ricardo Lagunés… Durante todo el tiempo que duró el operativo en San Sebastián Bachajón y en Mitzitón, fue a Nemesio Ponce a quien le rendimos cuentas”.
El operativo fue calificado por Nemesio Ponce como conflicto religioso y no por su esencia: exterminio religioso-político-zapatista.
3.
Las acusaciones verbales del CDHFBC se convierten en averiguaciones previas, y en ellas imputan a Nemesio Ponce Sánchez los hechos fatales. Y una vez asentada la demanda, los ejidatarios de Jotolá y San Sebastián fueron acosados y perseguidos por elementos de la Policía Estatal Preventiva por una razón: denunciar los hechos y pedir justicia.
4.
En septiembre de ese mismo año, Ponce Sánchez envía policías ministeriales y agentes de la PEP al ejido de Jotolá con dos objetivos: detener al comisariado ejidal y al profesor Ricardo Sánchez, vocero de las querellas, y dejar claro el mensaje: “El doctor Nemesio Ponce Sánchez es intocable”.
Para exterminar las problemáticas del Estado, Nemesio localiza en los disidentes el peor crimen: la impertinencia, como en el caso de los denunciantes y después tachados como enemigos de la patria. Los criminales (la tesis se infiere a los que critican el abuso de poder) lo son por instinto y no pueden evitarlo; los impertinentes desean castigar al funcionario, y eso es un delito sin remisión.
DE MENDIGO A MILLONARIO
La represión de Nemesio Ponce se extiende al ámbito político: Carlos Bertoni Unda (detenido y arraigado por acusar al subsecretario de gobierno de peculado y abusos de autoridad), Walter de León Montoya (perseguido y encarcelado en Pitikitos por el homicidio de Mariano Abarca Roblero. Nunca se le comprobó), Horacio Culebro Borrayas (detenido por acusar de inconstitucionales las reformas electorales de Juan Sabines), etcétera.
Eso por un lado, el del brazo duro del gobierno; por el otro, el de las estafas al erario (que le dejó saldos millonarios en cuentas bancarias, un departamento en la zona exclusiva de Polanco en la ciudad de México valuado en 12.5 millones de pesos y otro de 15 millones en Cancún, Quintana Roo), también tiene que ser investigado hasta esclarecer cómo un mísero camillero después de seis años en el gobierno pasa a ser un excéntrico acaudalado que juega al golf en el Club Campestre, en Tuxtla Gutiérrez.
¿De dónde se hizo de mulas Pedro? En el caso de Ponce Sánchez es evidente que su riqueza es insana, mal habida. Ciertamente hoy es un hombre próspero, empresario multimillonario, pero no en base al esfuerzo y al trabajo, sino de la rapiña, pues en la ciudad de México vivía en una casucha de la barriada, manejaba un pointer vetusto, le quedó a deber al mecánico que se lo reparó y no podía pagar tarjetas departamentales. (Coopel, por ejemplo).
Ponce Sánchez, al igual que 49 funcionarios más de esa administración, es responsables de un desfalco que asciende a 41 mil millones de pesos y cuyas pruebas irrefutables están en poder de la Procuraduría General de la República, desde el mes de abril.
Queda claro: no existen excusas posibles o concebibles como para no llamar a Nemesio Ponce al banquillo de los acusados. Ya viene siendo tiempo en que el aforismo tenga sentido: “Nadie es tan fuerte como para maltratar eternamente y vivir impune”.
Eso por un lado, el del brazo duro del gobierno; por el otro, el de las estafas al erario (que le dejó saldos millonarios en cuentas bancarias, un departamento en la zona exclusiva de Polanco en la ciudad de México valuado en 12.5 millones de pesos y otro de 15 millones en Cancún, Quintana Roo), también tiene que ser investigado hasta esclarecer cómo un mísero camillero después de seis años en el gobierno pasa a ser un excéntrico acaudalado que juega al golf en el Club Campestre, en Tuxtla Gutiérrez.
¿De dónde se hizo de mulas Pedro? En el caso de Ponce Sánchez es evidente que su riqueza es insana, mal habida. Ciertamente hoy es un hombre próspero, empresario multimillonario, pero no en base al esfuerzo y al trabajo, sino de la rapiña, pues en la ciudad de México vivía en una casucha de la barriada, manejaba un pointer vetusto, le quedó a deber al mecánico que se lo reparó y no podía pagar tarjetas departamentales. (Coopel, por ejemplo).
Ponce Sánchez, al igual que 49 funcionarios más de esa administración, es responsables de un desfalco que asciende a 41 mil millones de pesos y cuyas pruebas irrefutables están en poder de la Procuraduría General de la República, desde el mes de abril.
Queda claro: no existen excusas posibles o concebibles como para no llamar a Nemesio Ponce al banquillo de los acusados. Ya viene siendo tiempo en que el aforismo tenga sentido: “Nadie es tan fuerte como para maltratar eternamente y vivir impune”.
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