domingo, 5 de octubre de 2014

Soy Sandy…y estos son mis asesinos…


 
El jueves 17 de septiembre de 2014, la Procuraduría General de Justicia de Chiapas dio a conocer la aprehensión de una banda de secuestradores que privó de la vida a la señora Sandra Luz Díaz Morales, cautiva desde el pasado 28 de agosto y asesinada un día después en esta ciudad. El hecho causó enorme conmoción entre la sociedad chiapaneca.

En un boletín, la dependencia informó que  quien presuntamente ordenó el plagio y la muerte de la joven señora y madre de tres hijos, fue el propio esposo, René Ruiz Rincón, con la ayuda de su hermano Jehú, y de cinco cómplices más, hoy consignados ante un juez por el delito de feminicidio y secuestro, pudiendo alcanzar una pena de 60 años de cárcel.

El cuerpo fue encontrado en el patio de la casa de Jehú Ruiz Rincón, cuñado de la víctima, quien incluso celebró una macabra reunión la noche del 15 de septiembre e invitó a la familia de Sandra Luz, con el fin de evitar sospechas, mientras el cuerpo yacía sepultado a unos cuantos metros de los invitados.

La familia de la joven publicó en la cuenta de Facebook de Sandra Luz una carta a los homicidas con las fotos de todos ellos, y con la leyenda: “Soy Sandy, y éstos son mis asesinos”.

 

Soy Sandy…y estos son mis asesinos…

Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano”. (Génesis 4:10)

Hoy hace 22 días que secuestraron a Sandra Luz, hoy hace 21 días que la asesinaron, hoy hace 3 días que supimos lo que realmente había pasado y que partimos rumbo al panteón para depositar sus restos humanos en el sitio en que la tierra la ha recibido de vuelta, para darle descanso en la vida eterna.

Todos los que realmente la amamos esperábamos volverla a ver con vida. Dicen que la esperanza es una necia compañera en momentos de angustia y así fue que nos asimos a la ilusión vana de volverla a abrazar pero hoy hace 3 días que la esperanza murió y fue sepultada. Ni siquiera tuvimos la oportunidad de ver una última vez su amada cara, nos negaron toda oportunidad de despedida, sus hijos lloraban y rogaban poder verla; no era posible: de Sandra Luz solo quedaba, intacto, brillante, impenetrable a la descomposición, el hermoso cabello largo. Será mejor que la recordemos como era en vida.

Tal parece que la justicia a los seres humanos nos está quedando chica. Los actos de maldad y perversidad que estamos dispuestos a cometer por cosas tan pasajeras y vanas como el dinero no tienen una pena justa. Ni mil años en la cárcel les podrán pagar a los tres niños de Sandy la presencia materna que tan vilmente les fue arrebatada por quien se decía un padre amoroso.

Sin embargo, a nosotros no nos queda nada que decir acerca del sistema de justicia, quienes actuaron con toda eficacia para esclarecer los hechos y consignar a los culpables. Muchos seguramente dirán  que a estas alturas la justicia no nos sirve de nada, pero en nombre de toda nuestra familia, de todos los que atravesamos este trago amargo y que parece interminable, les digo que nos sirve para no seguir esperando ver a Sandy caminando por cualquier calle, para no seguir esperando esa llamada que nunca llegó, para que la esperanza le dé pasó a la paz que se siente al saber la verdad por muy amarga que sea, para que sus hijos, sus madres, sus hermanos y todos los que de verdad la amábamos sepamos que hay un lugar en donde está y que ese lugar no es un agujero de 1.30 por 60 debajo de un lavadero en el traspatio de una casa, que para colmo ella conocía perfectamente; nos sirve para tener la certeza que los asesinos tendrán lo que merecen aunque cualquier pena se vuelva pequeña ante tanto horror, aunque mi querida Sandy se vuelva un puntito más en la estadística fatídica y terrible que parece ir en aumento.

Dime René Ruíz ¿Ya estás contento? ¿Tu ambición y la de TODOS los que han participado en esto, ya fue saciada? Tú que te creías superior a todos pensaste que te ibas a poder burlar de tus hijos, de mi familia, de la justicia y de Dios; creíste que cometías el crimen perfecto, te ensoberbeciste y te jactaste, pensaste que con tu dinero ibas a poder comprar las leyes. Ahora sabes que ese dinero que tanto ansiabas y ambicionaron tú y los tuyos no te alcanzará nunca.

Dime René Ruíz Rincón ¿Qué sentías al darte golpes de pecho  mientras ensuciabas el nombre de Dios en tu corrupta boca, mientras orabas junto a los niños y les prometías que iban a ver pronto a su mamita, cuando llorabas como el gran actor que resultaste mientras ordenabas a ese ser inmundo que tienes como hermano, la muerte de tu esposa? ¿Pensaste acaso en el horror que sintió Sandy al darse cuenta que eras tú y no otro el perpetrador de su desgracia? ¿Te acordaste en algún momento en el día de tu boda, en cómo se veía ella vestida de blanco, resplandeciente de blanco, como cordero inocente y puro, confiada en que tú ibas a ser su pilar y no su muerte?

¿Ya estás contento imaginándote a los niños, en el cementerio mientras bajaban el ataúd de su madre y preguntaban “por qué” y nadie les daba respuesta? ¿Qué les íbamos a decir, que por dinero? ¿Qué porque su padre está conjurado al dios siniestro que es el dinero y la ambición? Seguro eso querías, que te dijeran cobarde, que te odiaran, que en sus corazones quedara ese dolor inmenso que les representas, que te hayan perdido el respeto y el amor de un solo golpe. Acuérdate René Ruiz que “El que confía en sus riquezas, caerá:

Mas los justos reverdecerán como ramos. El que turba su casa heredará viento”.  Tú ni el viento heredarás porque sembraste tempestades, mataste tu casa y heredarás el odio y el dolor.

Sólo tu mente enferma pudo planearlo todo así: el supuesto secuestro, el asesinarla al día siguiente, el enterrarla en la casa donde compartieron sus primeros años de matrimonio (quizá los más felices), donde nacieron sus primeros hijos, donde el 15 de septiembre tu hermano, gemelo en tu maldad y en tu miseria, se atrevió a celebrar el día de la independencia, se atrevió a invitar al hermano de Sandy, mientras tú te enterabas de todo lo que la justicia hacía, mientras te burlabas de ellos, mientras Sandy esperaba, sepultada en el traspatio que alguien la fuera a rescatar. Nadie se compara a ustedes en cinismo y corrupción.

¿Qué sentiste cuándo el día del secuestro Sandy todavía te marcó por teléfono para pedirte auxilio y te dijo “Gordo” y ya no alcanzó a decirte nada más porque tus secuaces ya habían perpetrado la primera parte de tu plan diabólico? Ya sé que te imaginas el horror que sintió al darse cuenta a dónde la habían llevado, cuando se dio cuenta de quién era la mano larga y perversa que ordenaba ejecutarla, porque eres tan cobarde que ni siquiera fuiste tú el que lo hizo, tu temor seguramente era quedarte con la última expresión de sus rostro, con la forma que adquirieron sus ojos cuando se les fue la luz. Eso heredarás: mirarás sus ojos, que son los mismos ojos de tus hijos; los mirarás por todas partes  por más que cierres los tuyos; los ojos de ella te miraran por siempre, a donde vayas estarán ellos. Aunque te saques los ojos mirarás los suyos, suplicantes, llorosos, llenos de miedo y de dolor, ya no de odio, porque tú sabes que ella no era capaz de odiar. Su rostro te perseguirá a donde fueres.

No te equivoques: nosotros los vivos no te deseamos la muerte; por el contrario: que larga sea tu vida y que esté llena de miseria y pobreza, que siempre te acompañe el recuerdo de lo que tenías y perdiste por elección propia, por no conformarte con la mitad de un dinero que te iba a alcanzar para regodearte en tus bajas pasiones, por no querer a Sandy en el mismo mundo que tú.

No te deseamos la muerte, pero tu alma ya está muerta; lo estuvo desde el primer momento en que la fatal idea atravesó tu mente cuando no pensaste en tus hijos y su sufrimiento, cuando ordenaste mandar a traer el cemento para sepultar a tu esposa, tu alma ya estaba muerta cuando les dijiste “mátenla”.

No, no te equivoques: no te maldecimos, ni a ti ni a los que estuvieron y están y sabían lo que habías hecho.  Dios se encargará de hacerlo. Y no lo sé, pero imagino que la gracia nunca más volverá  a ti ni a ellos. Yo me imagino que el perdón y la gracia no alcanza para seres que como tú han matado a su prójimo, a tu hermana en la fe (Aunque por lo visto la fe sólo era de ella), a la madre de tus hijos, a la persona que decidió compartir contigo el resto de sus breves días. Yo me imagino que eso no tiene perdón. Yo te deseo y hablo sólo por mí, que a donde quiera que vayas tú y tu hermano Jehú y TODOS los que estén contigo en este hecho cruel, aunque no estén en manos de la justicia, encuentren miseria y pobreza porque mísera y pobre tienen el alma.

Fue tuya en vida, porque tú le aplicaste un yugo cruel, pero ahora es libre, aunque su muerte siempre será tuya. Tú la ASESINASTE, hereda eso, infame.

A las autoridades: les expresamos gracias infinitas por su respuesta firme e incorruptible. El esclarecimiento de los hechos fue eficaz. Debo admitir que si en algún momento dudamos de su eficacia, ustedes nos demostraron lo contrario. Sí es cierto: la encontraron demasiado tarde, pero para Sandy siempre fue tarde: ella estuvo muerta desde el momento en que chocaron su vehículo. No había posibilidad alguna de evitarlo, todo ya estaba planeado, todo ya estaba dicho.

A los señores reos que estos asesinos se encontrarán en prisión: Por favor no los maten, pero piensen que acá afuera hay tres niños que se quedaron huérfanos y solos gracias a la mano de su padre y de su tío, que no tendrán a quien decirle “mamita”, que los han privado del beso materno, de las palabras maternas que siempre nos infunden amor y seguridad, tres pequeños que han quedado si no a la deriva, sí sin la mayor guía y confidente que tenían. Es triste pero ellos, los niños también ya son libres, pero el precio ha sido muy caro.

A la sociedad civil: ¿Hasta cuándo actuaremos conforme a nuestros bajos deseos? ¿Por qué no nos basta ser felices y dejar ser felices a todos los demás? Hemos llegado muy lejos en la maldad, no dejemos solas a nuestras mujeres, pero tampoco a nuestros hombres. Un feminicidio es grave pero también grave es cualquier asesinato alevoso y cruel. Mujeres y hombres que lean esto, espero que reflexionen acerca de la naturaleza humana, espero que estén atentos a cualquier signo de violencia, espero que a nadie de su familia les pasé algo como lo que nos pasó a nosotros, espero que ahora sí ¡NI UNA MUERTA MÁS!

A Sandy, sangre de mi sangre, figura breve y clara, sonrisa prístina, cabello de noche estrellada: Ya eres libre para ir corriendo por el universo infinito y la bondad de Dios, ya eres libre para brillar en todos los rincones de la bóveda celeste, ya tu alma de niña es libre para incorporarse al amor eterno. Vete tranquila, vete en paz, tú ya escuchaste a tus hijos: ellos prometen ser felices aunque te extrañen siempre, serán felices porque celebrarán tu vida, la vida que les dejaste, celebrarán la vida y la gracia de Dios. (Monitor Sur).

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