jueves, 18 de julio de 2013

El estadio Víctor Manuel Reyna, un riesgo para la afición; viola Ley de Protección Civil


•  Con un aforo para 31 mil 500 personas y construido con inversión de 50 millones, puede ocurrir allí una tragedia

•  Baños insalubres, falta de agua y medidas de seguridad, entre otras, son las carencias que nadie toma en cuenta

•  ¿Pasará aquello de después de ahogado taparán el pozo?; llamado urgente para las autoridades

 

            Héctor Lavariaga/Areópago.-

           Construido en el gobierno de Pablo Salazar Mendiguchía con una inversión de 50 millones de pesos que puso al mandatario en el centro de la polémica pues tal inversión fue considerada un capricho en un estado con altos niveles de pobreza, el estadio de fútbol Víctor Manuel Reyna, con un aforo para 31 mil 500 personas, representa un riesgo para la integridad de los aficionados al violar elementos básicos de seguridad.
            El 24 de mayo de 1964 el mundo fue sacudido por un desastre en Perú. En el estadio de fútbol de Lima se enfrentaban las selecciones de Perú y Argentina en la final clasificatoria para las Olimpiadas de Tokio que se celebraron en el mes de octubre de ese mismo año.
            Una decisión arbitral fallida del silbante uruguayo Ángel Eduardo Pazos que dio el triunfo a los albicelestes por la mínima diferencia tres minutos antes de concluir el cotejo,  provocó una estampida de miles de gentes. El estadio no tenía condiciones de seguridad ni salidas de emergencia, generando la muerte de al menos 350 personas en lo que se considera la peor tragedia de todos los tiempos en un estadio de fútbol.
            En los gobiernos de Salazar y de Juan Sabines Guerrero se hizo caso omiso a las reglas esenciales en materia de seguridad no obstante que al coloso asisten niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores debido a que en Chiapas, particularmente en la capital, existe marcada devoción por el fútbol, incluso a pesar de la vergüenza que hizo pasar a los chiapanecos el infame equipo Jaguares que, como se sabe, sangró el presupuesto oficial en esos dos sexenios de corrupción e impunidad.
            Está visto que cuando un estadio no presenta factores de seguridad indispensables ocurren hechos lamentables como el de Lima, Perú, que provienen no de cuestiones naturales sino de la torpeza de autoridades a las que sólo les importa ganar dinero, lucrar con el espectáculo pero no la seguridad de quienes van a divertirse en familia.
            Una y otra vez se les dijo a Salazar y a Sabines que el coliseo presentaba (y presenta) graves irregularidades que en cualquier momento acarrearían una desgracia. Ambos sabían pero ignoraron la seriedad del asunto por su marcada complicidad con la usura y porque estaban más ocupados en la rapiña del erario público que en atender prioridades de los chipanecos y la seguridad de la afición es una de esas prioridades.
            Los miembros del club deportivo Jaguares y sus directivos contaban con infraestructura placentera y de la más alta tecnología, en contraste a la precariedad observada en la mayoría de sectores del estadio como los sanitarios, en donde el hedor a orina y a heces es extremado debido a la carencia de agua.
            La malla con la que se protegen las tribunas no garantiza la más mínima estabilidad, sobre todo en la zona naranja que es un espacio reservado para la porra del conjunto local (en esta ocasión será el San Luis) y compuesta por muchachos de barrio, básicamente de Patria Nueva por ser zona vecina del recinto, cuyo comportamiento no siempre es el más adecuado, sobre todo cuando los ánimos se calientan por las decepciones que causan los jugadores. El equipo de Jaguares sólo sirvió para dar desencanto a una afición leal, por eso finalmente su salida de Chiapas fue celebrada y porque además con ella se terminó el saqueo que significaba para los dineros del pueblo.
            Hasta ahora no se aprecia un programa de mantenimiento y conservación del inmueble. No hay un plan de contingencia de protección civil para procurar la seguridad de los asistentes, ya que el estadio fue en esos dos gobiernos una forma más para la rapiña. Ni el club ni las autoridades municipales y estatales durante doce años se preocuparon en atender consideraciones de riesgos, hecho que pudo ocasionar una calamidad pues en ocasiones el estadio estaba repleto, inclusive con sobrecupo, en partidos que la oncena felina disputaba con cuadros como el América que jala a miles de aficionados.

¿Y AHORA QUÉ…?
            Motivar una apta convivencia familiar evitando lo más posible errores humanos se logra con programas acordes establecidos en la Ley de Protección Civil, la Ley del Deporte y en los lineamientos emitidos por la Federación Mexicana de Fútbol. En el capítulo XV del manual de organización con que operó el club Jaguares se señalaba la elaboración de un plan de emergencia para dar una respuesta rápida y oportuna en una situación de urgencia, pero estaba sólo en el documento, ya que jamás se cumplió.
            El estadio zoque Víctor Manuel Reyna es una edificación de alto riesgo que viola, hasta en día con abierta impunidad, la Ley Estatal de Protección Civil y que en cualquier momento puede originar un hecho doloroso.
            Con 18 equipos en la disputa por el campeonato y el no descenso, el torneo de apertura en 2013 empezará en los próximos días y debe concluir el 8 de diciembre de 2013. El estadio zoque, también conocido como la selva chiapaneca, ahora será sede del equipo Atlético San Luis, de reciente adquisición, para satisfacción de los chiapanecos que tras la salida de los mediocres Jaguares pensaron que se quedarían sin fútbol de primera división.
            Se ha detectado que el funcionamiento tal del estadio viola varios artículos de la Ley de Protección Civil. El artículo 39 de esa ley dispone que las personas físicas o morales como parte de una cultura de transparencia de riesgos, deberán adquirir una póliza de seguro respecto a los bienes que utilicen y ocupen, cubriendo daños a terceros.
            Las autoridades del estadio incumplen con ese requisito, así como  con el artículo 59 de misma Ley de Protección Civil que mandata que debe haber un programa interno de protección civil autorizado por las autoridades del ramo, con mecanismos de señalización y prevención, así como un seguro de cobertura amplia de responsabilidad civil y daños a terceros que ampare la eventualidad de un siniestro.
            En tanto, el artículo 55 de la citada Ley afirma que es obligación de todas aquellas personas físicas y morales que lleven a cabo la realización de eventos o espectáculos de concentración masiva y con fines de lucro, garantizar la seguridad de las personas asistentes mediante personal capacitado en materia de protección civil.
            El estadio  no cuenta con una unidad interna de protección del inmueble. No existe un órgano normativo y operativo del estadio que  se responsabilice a desarrollar y dirigir las acciones de protección civil, además de que en decenas de ocasiones se rebasó el cupo por la maldita codicia de los dueños del club Jaguares para exprimir a la afición.
            En 2012 en Chiapas se registraron al menos mil 300 sismos porque es una de las entidades con mayor actividad sísmica de la República. El costo humano y político podría ser elevado si cuestiones tan sencillas no se resuelven a tiempo. No tiene caso tapar el pozo después de que el niño se haya ahogado.
            El funcionamiento anormal del estadio Victor Manuel Reya fue otra cuestión de ilegalidad en esa red de confabulaciones y de pillaje que se tendió en los dos mandatos inmediatos anteriores. Ahora ya no se debe permitir que el estado siga operando en esas condiciones, pues el compromiso primigenio de este gobierno es la aplicación de la Ley y asegurar el Estado de Derecho en una entidad que durante doce años fue ultrajada por el abuso, la omisión y la corrupción.

(Fragmento del reportaje de la edición 530 ya en circulación)

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