• Víctor Moguel Sánchez, presunto líder del POCH, también cobra como Regidor del Ayuntamiento de Tapachula
• Historia de los nexos con la familia Sabines -Aguilera y cómo llegó a la dirigencia de ese partido
• Exigen se le investigue; maneja un presupuesto de casi 400 mil pesos al mes de manera discrecional
Húbert Ochoa/Areópago
Al medio día del 11 de julio de 2013, en un escueto comunicado, el Partido Orgullo de Chiapas daba a conocer la designación de Víctor Moguel Sánchez como su nuevo dirigente. Nuevo en el liderazgo partidista, pero viejo en mañas políticas.
Con el estigma del sabinismo a cuestas pues en su momento presumía la estrecha relación con los Sabines Aguilera al grado de ser tratado como un hijo por el aprecio que le defería la familia, Moguel Sánchez fue el gran ganador de una rifa para la que no compró boleto pero que, sin duda, es el premio a las lealtades del pasado porque ese partido es operado por un clan nada reputado en Chiapas.
Ipso facto, tratando de legitimar su sombría ascensión al partido, Moguel se desmarcó del grupo en una gira en Tapachula 24 horas después de ser democráticamente electo, decía el boletín. Y lo hizo con acusaciones porque, incluso, solicitó pesquisas para aclarar la quiebra financiera que provocó el gobierno anterior “para que los responsables sean enjuiciados”.
“Sí es urgente que se esclarezca el estado financiero en que fue dejado Chapas por Juan Sabines”, dijo sin remordimientos ni contriciones lo que para algunos se trató llanamente de un mensaje a valores entendidos, pues el POCH permanece manipulado desde Acapulco y por la pandilla que encabezó Nemesio Ponce Sánchez, implicado en el más infame saqueo cometido en la era moderna de Chiapas.
Aunque en política la deslealtad lleva a algunos hombres pérfidos a vender hasta a su madre por el hecho de querer ser grandes y tiene orígenes históricos desde cuando Judas traiciona a Jesucristo, el de Víctor Moguel Sánchez es un asunto de intereses arreglados luego de que Isabel Aguilera de Sabines fue colocada en el torbellino del escándalo por los abusos, la insolencia y los presuntos sucios manejos en ese partido.
El affaire político que envolvió al POCH reventó cuando la prensa trascendió que la señora Aguilera seguía controlando al partido y usando discrecionalmente las prerrogativas oficiales de 389 mil 205 fondos que, redondeados en un año, dan una jugosa cifra de 4 millones 200 mil pesos que ahora será manejada por el dirigente que reniega sus orígenes y muerde la mano de quien le dio de comer.
Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos, decía Shakespeare.
La reacción en la intimidad del POCH fue natural y obligada a la sazón. ¿Cómo era posible que la ex reina de la belleza en Tlaxcala en 1990 mantuviera su feudo en la organización? Reprobable en el ánimo de los chiapanecos heridos por el gigantesco atraco perpetrado por las piezas claves de esa administración que volvió millonarios a sujetos como Ponce Sánchez, los hermanos Perkins Cardoso, los hermanos Alejandro y Antonio Gamboa López, Yassir Vázquez Hernández, James Gómez Montes, Ricardo Serrano Pino. Son 50 sospechosos señalados en una denuncia que obra en poder de la Procuraduría General de la República.
Así, Aguilera de Sabines instruyó a una famélica cúpula partidista sacarse de la manga una asamblea estatal para parar un poco la avalancha de críticas a los Sabines Aguilera, quienes ya estaban en el corazón del tornado luego de que, gradualmente, se fueron conociendo las historias de robo de los funcionarios más allegados del entonces gobernador.
Un delfín confiable en el momento era Víctor Moguel Sánchez. El 10 de julio, en una reunión turbia, a puerta cerrada, clandestina, Moguel recibía de manera virtual la estafeta de Isabel Aguilera de Sabines quien le encomendaba, en el colmo de la burla, impulsar el trabajo democrático en el partido para mantenerlo en las preferencias del electorado. Exceso de cinismo porque el POCH no fue jamás una alternativa política para los votantes, sino una corrupta cofradía que exhibió una parte de los más podrido de ese régimen.
Con el estigma del sabinismo a cuestas pues en su momento presumía la estrecha relación con los Sabines Aguilera al grado de ser tratado como un hijo por el aprecio que le defería la familia, Moguel Sánchez fue el gran ganador de una rifa para la que no compró boleto pero que, sin duda, es el premio a las lealtades del pasado porque ese partido es operado por un clan nada reputado en Chiapas.
Ipso facto, tratando de legitimar su sombría ascensión al partido, Moguel se desmarcó del grupo en una gira en Tapachula 24 horas después de ser democráticamente electo, decía el boletín. Y lo hizo con acusaciones porque, incluso, solicitó pesquisas para aclarar la quiebra financiera que provocó el gobierno anterior “para que los responsables sean enjuiciados”.
“Sí es urgente que se esclarezca el estado financiero en que fue dejado Chapas por Juan Sabines”, dijo sin remordimientos ni contriciones lo que para algunos se trató llanamente de un mensaje a valores entendidos, pues el POCH permanece manipulado desde Acapulco y por la pandilla que encabezó Nemesio Ponce Sánchez, implicado en el más infame saqueo cometido en la era moderna de Chiapas.
Aunque en política la deslealtad lleva a algunos hombres pérfidos a vender hasta a su madre por el hecho de querer ser grandes y tiene orígenes históricos desde cuando Judas traiciona a Jesucristo, el de Víctor Moguel Sánchez es un asunto de intereses arreglados luego de que Isabel Aguilera de Sabines fue colocada en el torbellino del escándalo por los abusos, la insolencia y los presuntos sucios manejos en ese partido.
El affaire político que envolvió al POCH reventó cuando la prensa trascendió que la señora Aguilera seguía controlando al partido y usando discrecionalmente las prerrogativas oficiales de 389 mil 205 fondos que, redondeados en un año, dan una jugosa cifra de 4 millones 200 mil pesos que ahora será manejada por el dirigente que reniega sus orígenes y muerde la mano de quien le dio de comer.
Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos, decía Shakespeare.
La reacción en la intimidad del POCH fue natural y obligada a la sazón. ¿Cómo era posible que la ex reina de la belleza en Tlaxcala en 1990 mantuviera su feudo en la organización? Reprobable en el ánimo de los chiapanecos heridos por el gigantesco atraco perpetrado por las piezas claves de esa administración que volvió millonarios a sujetos como Ponce Sánchez, los hermanos Perkins Cardoso, los hermanos Alejandro y Antonio Gamboa López, Yassir Vázquez Hernández, James Gómez Montes, Ricardo Serrano Pino. Son 50 sospechosos señalados en una denuncia que obra en poder de la Procuraduría General de la República.
Así, Aguilera de Sabines instruyó a una famélica cúpula partidista sacarse de la manga una asamblea estatal para parar un poco la avalancha de críticas a los Sabines Aguilera, quienes ya estaban en el corazón del tornado luego de que, gradualmente, se fueron conociendo las historias de robo de los funcionarios más allegados del entonces gobernador.
Un delfín confiable en el momento era Víctor Moguel Sánchez. El 10 de julio, en una reunión turbia, a puerta cerrada, clandestina, Moguel recibía de manera virtual la estafeta de Isabel Aguilera de Sabines quien le encomendaba, en el colmo de la burla, impulsar el trabajo democrático en el partido para mantenerlo en las preferencias del electorado. Exceso de cinismo porque el POCH no fue jamás una alternativa política para los votantes, sino una corrupta cofradía que exhibió una parte de los más podrido de ese régimen.
EL NUEVO MESÍAS
La ascensión de Víctor Moguel Sánchez a la cúspide del POCH no cumplió con los requisitos legales. El lacónico por cuanto oscuro informe del 11 de julio señala que a la X Sesión Ordinaria del Consejo Político Estatal acudieron 150 delegados de todo el estado y 105 de ellos votaron a Moguel para dirigir al partido, ¿pero cómo creerle si la reunión fue en el sigilo?
Los lazos afectivos de Víctor Moguel Sánchez y la familia Sabines Aguilera provienen de raíces profundas. Moguel Sánchez es nieto del doctor Carlos Moguel Sarmiento quien fue secretario privado de Juan Sabines Gutiérrez (1979-1982). Es, por esos mismos vínculos, ahijado de Juan Sabines Guerrero quien lo hizo Regidor en el Ayuntamiento de Tapachula y en día ocupa los dos cargos: cobra como líder del POCH y como concejal en Tapachula.
Sus ligas con el ex gobernador y los funcionarios del primer círculo en esa época le granjearon aprecios y dividendos políticos. Fue por casi más de medio sexenio secretario particular de Andrea Hernández Fitzner, titular de la Secretaría de la Frontera Sur con sede en Tapachula. Como pocos tenía acceso directo al gobernador Sabines.
En las giras que Sabines realizaba a Tapachula siempre tuvo un anfitrión de lujo y solícito: su ahijado Víctor Moguel quien, dicen, le organizaba festines en los que las mujeres y el whisky eran común denominador, mientras que en miles de hogares chiapanecos la pobreza campeaba como un flagelo implacable. Ese período heredó 350 mil nuevos pobres aparte de un panorama desolador en las finanzas públicas.
Hay antecedentes de que Moguel Sarmiento ha llegado en algunas ocasiones en estado de ebriedad a las sesiones de Cabildo, así de su marcada frecuencia a los centros de vicio y prostitución de Tapachula.
Josué Manuel Márquez Mendoza es uno de los pocos chiapanecos que creyó en el POCH como una propuesta política. Ignoraba, claro, que el partido solo significó un botín de los políticos que lo crearon. Por eso, él sí con autoridad moral reclama cuentas. Alanza la voz para que “haya una limpia en el POCH” y afirma, sin titubeos, que en ese partido nadie conoce a Victor Moguel Sánchez.
“Sólo sabemos que es ahijado de Sabines”.
Los lazos afectivos de Víctor Moguel Sánchez y la familia Sabines Aguilera provienen de raíces profundas. Moguel Sánchez es nieto del doctor Carlos Moguel Sarmiento quien fue secretario privado de Juan Sabines Gutiérrez (1979-1982). Es, por esos mismos vínculos, ahijado de Juan Sabines Guerrero quien lo hizo Regidor en el Ayuntamiento de Tapachula y en día ocupa los dos cargos: cobra como líder del POCH y como concejal en Tapachula.
Sus ligas con el ex gobernador y los funcionarios del primer círculo en esa época le granjearon aprecios y dividendos políticos. Fue por casi más de medio sexenio secretario particular de Andrea Hernández Fitzner, titular de la Secretaría de la Frontera Sur con sede en Tapachula. Como pocos tenía acceso directo al gobernador Sabines.
En las giras que Sabines realizaba a Tapachula siempre tuvo un anfitrión de lujo y solícito: su ahijado Víctor Moguel quien, dicen, le organizaba festines en los que las mujeres y el whisky eran común denominador, mientras que en miles de hogares chiapanecos la pobreza campeaba como un flagelo implacable. Ese período heredó 350 mil nuevos pobres aparte de un panorama desolador en las finanzas públicas.
Hay antecedentes de que Moguel Sarmiento ha llegado en algunas ocasiones en estado de ebriedad a las sesiones de Cabildo, así de su marcada frecuencia a los centros de vicio y prostitución de Tapachula.
Josué Manuel Márquez Mendoza es uno de los pocos chiapanecos que creyó en el POCH como una propuesta política. Ignoraba, claro, que el partido solo significó un botín de los políticos que lo crearon. Por eso, él sí con autoridad moral reclama cuentas. Alanza la voz para que “haya una limpia en el POCH” y afirma, sin titubeos, que en ese partido nadie conoce a Victor Moguel Sánchez.
“Sólo sabemos que es ahijado de Sabines”.
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