Hoy es viernes y es primero de noviembre, día de los angelitos, día de las almas niñas, día de las almas buenas. Son las cinco de l
a tarde con 55 minutos, hora en la que más o menos, los niños comenzábamos nuestros arreglos para salir a las calles, a “pedir limosnita tía”. Escribo niños aunque en el plural incluyo a las nenas, a las muchachitas. Van mis recuerdos de 1965 a 1973, y me refiero a La Concordia, a Los Cuxtepeques y en general a los municipios de La Frailesca e incluso Chicomuselo y Comalapa, pueblos de la región fronteriza.
Tengo ocho o nueve años y nos juntamos en la banqueta alta de la casa de tío Jordán. Ernesto, el más viejo de la cuadría, trae una cubeta. Servirá para echar ahí las conservas: camote horneado, yuca en dulce, calabaza en conserva y quienquita algo de dulce de camote con piña, una exquisitez del rumbo. Güicho, el aprendiz de carpintero, trae una olla y dice que es para “lo salado”: yuca hervida, algún pedazo de queso y tamales. A Aracely le piden que vaya por un morral y que Toño El Chacalito busque otro en su casa. Uno ha de servir para las cosas menudas: dulces, bombones, galletas, panes y manías, que no cacahuates, y otro para las frutas: mandarinas, jícamas, limas, trozos de caña y guineos. A mí me dicen que vaya y pida prestada la cruz de madera de mi madrina Roselia y a Regina que busque una lata… un envase de leche-Nido o de las nuevas y rojas Tecates. Que le ponga piedrecillas, guijarros, para que nos sirva de sonaja.
Miriám que no Míriam, baja por los peldaños de la banqueta de su casa, para enterarse del argüende, aunque luego la dejamos llorando. Doña Mercedes, su madre, no le da permiso. Dice que aún es pequeña, que se puede tropezar y que mejor se quede en casa. No recuerdo quién más nos acompaña; tal vez Ricardo y mi hermano Rolando. Pero entonces ya adelante va la cruz, a sus lados dos ramos de flores, llevamos un par de velas encendidas, alguien lleva una campanilla, Regina su sonaja de lata y… los más grandes son quienes llevan los morrales y ollas, a donde se almacenarán nuestros tesoros por un momento.
Miriám que no Míriam, baja por los peldaños de la banqueta de su casa, para enterarse del argüende, aunque luego la dejamos llorando. Doña Mercedes, su madre, no le da permiso. Dice que aún es pequeña, que se puede tropezar y que mejor se quede en casa. No recuerdo quién más nos acompaña; tal vez Ricardo y mi hermano Rolando. Pero entonces ya adelante va la cruz, a sus lados dos ramos de flores, llevamos un par de velas encendidas, alguien lleva una campanilla, Regina su sonaja de lata y… los más grandes son quienes llevan los morrales y ollas, a donde se almacenarán nuestros tesoros por un momento.
Nos enrumbamos hacia el centro y las primeras casas que tocamos son la carpintería de Romeo y Alberto, casa de Doña Ángela y mi madrina Roselia, y la de enfrente, la de las hermosas hijas de don Abenamar. Seguimos a la esquina de tío Nicolás Coutiño, doña Eustolia, la tía Roselia Velázquez y Doña Olivia y su hermano Juvenal. Pasamos por la casa de don Pedro Ramírez, a la de la marimba de tío Jaime Coutiño, a la casa de tía Columba y a la tienda de don Ciro Arrazola y doña Juana. Encontramos cerrada la casa del Guaca don Antonio Abud y luego pasamos a la de mi abuela Mariantonia Cristiani y luego a la de un señor Estrada. Doblamos en la esquina de don Juan Alegría y tocamos la puerta de la otra marimba, la de don Iturbide Peña y su hijo Reygiber, mi primo enorme. Vamos rumbo a La Palma, al hermoso edificio de la Farmacia de tío Raúl Coutiño Ristori, el cacique, médico, ranchero y veterinario del pueblo.
Vamos de casa en casa y rezamos como en una letanía: ángeles somos, bajamos del cielo, pidiendo limosna, para que comaamooos… Ángeles somos, bajamos del cielo, pidiendo limosna para que comaamooos… Una y otra vez hasta desgañitarnos. Llegamos a cualquier casa y ya nos esperan sobre la banqueta, o tantito adentro, dentro de la sala. Nos detenemos y entonces gritamos: ¡Una limosnita tíaaa! O tío, según sea el caso. Los más exigentes nos piden que recemos el Padre Nuestro o el Ave María e inmediatamente nos piden que acerquemos el morral o el traste correspondiente, dependiendo de si ofrecen dulces, conservas, panes, tamales o frutas. En cuanto nos obsequian gritamos fuerte ¡Qué viva mi tíaaa! o ¡Que viva mi tíooo! Pero ay de aquel o aquella que no estuviese preparada para suministrar a los angelitos lindos. Todos en coro gritábamos aún más fuerte: ¡Qué muera mi tíaaa! ¡Con supanzota fríaaa!
Finalmente y para que esto sea útil en todo Chiapas, incluyo las rimas cantadas, típicas de los angelitos en su día, procedentes de varios pueblos, aunque en particular de Tuxtla Gutiérrez. Rimas que aún hoy y a pesar de los pesares, se escucha año con año, como ahora mismo, frente a mi casa, nuestra casa, El Aguaje, por el rumbo del Zapotal. Y aprovecho: por si alguien recuerda otros cantos, de pueblos diferentes, por favor escríbalas y remítalas a cruzcoutino@gmail.com. Van entonces las prometidas:
Recorríamos a lo sumo cuatro manzanas —aunque al derecho y al revés—, de modo que caminábamos entre las siete y las nueve de la noche, unas 14 o 16 cuadras. Buen ejercicio y práctica, sobre todo para vencer la obscuridad de las calles empedradas, pues no fue sino hasta dos años antes de que el gobierno decidiera inundar al pueblo más hermoso, cuando introdujeron la luz y la energía eléctrica. Regresábamos entonces al punto de partida, otra vez a la banqueta alta de la casa de tío Jordán, o a la puerta iluminada de la casa de los tíos Lindenber y Carmen, padres de Neto, Martha, Rica y Aracely. Los más grandes eran los ganones. Aunque si algún adulto nos vigilaba, todo se distribuía a partes iguales. Ahí mismo comíamos lo más sabroso y dulce. La calabaza en conserva, los turrones y nuégados, y los tamales, aunque éstos por una razón diferente: los abríamos para partirlos, pues nunca que yo recuerde, alcanzábamos tantos como para tocarle uno a cada quien.
1. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ pidiendo calabacita/ para que comamos./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!/ ¡Que viva la tíaaa (o el tío)!/ ¡Que muera la tíaaa (o el tío)!/ ¡Con su panza (o panzota) fríaaa!”.
2. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ a pedir limosna/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ tan sólo queremos/ lo que hay en la mesa/ ¡Calabacita tíaaa!”.
3. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ pidiendo calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa!”.
4. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ caídos del cielo/ pedimos calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
5. Tonalá y sus alrededores: “Angelitos somos/ del cielo bajamos/ a pedir ayote/ para que comamos./ Yo no quiero vino/ ni quiero cerveza/ sólo lo que quiero/ es lo que está en la mesa./ Apúrele señora/ que ya son las nueve/ no venga la Poli/ y a todos nos lleve./ ¡Que viva la tíaaa (o el tío)!
6. Tuxtla y sus alrededores: “Angelitos somos/ bajamos del cielo/ pidiendo limosna/ para que comamos./ No queremos dulces/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
7. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ a pedir limosna/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ lo que sí queremos/ es dulce y paleta./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
8. Rumbo de Cerro Hueco y El Zapotal en Tuxtla Gutiérrez: “Somos los angelitos/ bajamos del cielo/ pidiendo calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ ni queremos cerveza/ lo único que queremos/ es lo que está en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa!
9. Ribera Julián Grajales, municipio de Chiapa de Corzo: “Queremos calabacita tía/ calabacita que dejaron las almitas”. Sale la dueña de la casa y reparte a los niños, dulces, panes y golosinas. Entonces los niños gritan: “Que viva la tíaaa”, aunque si no les dan más fuerte sueltan: “Que muera la tíaaa”.
10. Pueblo Nuevo Solistahuacán, hacia el norte de Chiapas: “Somos los angelitos/ del cielo bajamos/ pidiendo calabacita/ para que comamos”. Pasan de casa en casa. Si les dan dulces y frutas exclaman: “¡Que viva la tíaaa!” y si no “¡Que muera la tíaaa!”.
11. Acapetagua, uno de los municipios de la región Soconusco: por la noche del día primero de noviembre es costumbre que los niños salgan de casa en casa, a pedir conserva. Cantan una rima y al último gritan “¡Conservita tíaaa!”.
2. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ a pedir limosna/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ tan sólo queremos/ lo que hay en la mesa/ ¡Calabacita tíaaa!”.
3. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ pidiendo calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa!”.
4. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ caídos del cielo/ pedimos calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
5. Tonalá y sus alrededores: “Angelitos somos/ del cielo bajamos/ a pedir ayote/ para que comamos./ Yo no quiero vino/ ni quiero cerveza/ sólo lo que quiero/ es lo que está en la mesa./ Apúrele señora/ que ya son las nueve/ no venga la Poli/ y a todos nos lleve./ ¡Que viva la tíaaa (o el tío)!
6. Tuxtla y sus alrededores: “Angelitos somos/ bajamos del cielo/ pidiendo limosna/ para que comamos./ No queremos dulces/ tampoco cerveza/ nosotros queremos/ lo que hay en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
7. Tuxtla y sus alrededores: “Somos angelitos/ del cielo bajamos/ a pedir limosna/ para que comamos./ No queremos vino/ tampoco cerveza/ lo que sí queremos/ es dulce y paleta./ ¡Calabacita tíaaa (o tío)!”.
8. Rumbo de Cerro Hueco y El Zapotal en Tuxtla Gutiérrez: “Somos los angelitos/ bajamos del cielo/ pidiendo calabacita/ para que comamos./ No queremos vino/ ni queremos cerveza/ lo único que queremos/ es lo que está en la mesa./ ¡Calabacita tíaaa!
9. Ribera Julián Grajales, municipio de Chiapa de Corzo: “Queremos calabacita tía/ calabacita que dejaron las almitas”. Sale la dueña de la casa y reparte a los niños, dulces, panes y golosinas. Entonces los niños gritan: “Que viva la tíaaa”, aunque si no les dan más fuerte sueltan: “Que muera la tíaaa”.
10. Pueblo Nuevo Solistahuacán, hacia el norte de Chiapas: “Somos los angelitos/ del cielo bajamos/ pidiendo calabacita/ para que comamos”. Pasan de casa en casa. Si les dan dulces y frutas exclaman: “¡Que viva la tíaaa!” y si no “¡Que muera la tíaaa!”.
11. Acapetagua, uno de los municipios de la región Soconusco: por la noche del día primero de noviembre es costumbre que los niños salgan de casa en casa, a pedir conserva. Cantan una rima y al último gritan “¡Conservita tíaaa!”.
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