- Morir de hambre, desempleado, acribillado de un balazo o arrojado desde lo alto de un vagón de ferrocarril forma parte del drama cotidiano de los migrantes. Éstos se resisten y sobreviven en su paso por la frontera caliente mexicana a expensas de que en Estados Unidos concreten el sueño forrarse de dinero, de billetes verdes.
José Luis Castillejos Ambrocio/Areópago.
La salvadoreña María Hermenegilda Reyes
cerró sus ojos y respiró hondo aquel caluroso verano y con las palmas,
juntas, en señal de oración, preguntó: “¿Por qué Dios mío…Por qué? Miró
sus amputadas piernas y se soltó en llanto.
Dejó su familia en El Salvador, en el Pulgarcito
de América y su sueño de ir a Estados Unidos se frustró, al igual que
el de otros cinco mil indocumentados que quedaron amputados –en los
últimos años- al caer del tren en marcha, en la travesía que realizaron
desde la frontera sur de México, a Tijuana. Hoy el tren ya no circula en
el tramo Ciudad Hidalgo-Arriaga, en la costa de Chiapas, pero de ahí
hacia el norte es una constante ver a miles de personas arriba de los
vagones, arriesgando la vida.
El drama de los indocumentados se inicia
en sus países de origen en Centroamérica: Honduras, El Salvador y
Guatemala. Salen de sus precarias condiciones. Trabajan por un sueldo
que bordea los tres dólares diarios, insuficientes para alimentarse y
pagar vivienda con un desempleo cada vez más galopante.
Un éxodo centroamericano se realiza
diariamente y los ilegales utilizan veredas, las vías del ferrocarril
centroamericano y mexicano donde son constantemente asaltados por las
pandillas conocidas como “Maras” quienes los despojan de sus
pertenencias, dinero y, si se resisten, los ejecutan a balazos o a
cuchilladas o arrojándolos del tren en marcha.
Ahora, tras la suspensión de actividades
del ferrocarril en la ruta Ciudad Hidalgo-Arriaga, en el estado de
Chiapas, debido a la caída de varios puentes, los indocumentados han
preferido cambiar de ruta y utilizan la zona de la Mesilla o la Selva,
en la misma región del sureste mexicano.
La situación de acoso y violencia a que
son sometidos los centroamericanos llevó al gobierno mexicano a
desplegar esfuerzos para garantizarle la seguridad a los migrantes.
México comparte una frontera con
Centroamérica de mil 149 kilómetros, a través de la cual tan sólo en el
2013 se internaron alrededor de 250 mil personas por cruces informales
que ponen por supuesto en riesgo su integridad. De ese total 41%
provienen de Guatemala, 32% de Honduras, y 19% del Salvador, según datos
de la Secretaría de Gobernación.
En la víspera, los presidentes de
México, Enrique Peña Nieto y de Guatemala, Otto Pérez Molina, pusieron
en marcha desde Catazajá, Chiapas, un programa de protección a migrantes
y en lo que va de este año se han atendido cerca de 11 mil niñas y
niños adolescentes migrantes, de ellos más de la mitad entraba en
condición de “No Acompañados”.
México comparte, según el Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, este esquema con las naciones
vecinas del sur, es decir una persona los acompaña desde que se le
reconoce como migrantes de otro país, obviamente y se les acompaña hasta
el regreso a su propio país.
Además, para prevenir la violencia y la
delincuencia en las cuatro entidades que colindan con Centroamérica,
este año México invierte 200 millones de pesos en 15 demarcaciones
prioritarias del programa de prevención.
México y Guatemala se han compartido
ahora a redoblar esfuerzos con soluciones de fondo y duraderas para
propiciar el bienestar en la Fronteras en un marco de seguridad,
legalidad y respeto a los derechos humanos para darles certidumbre a
quienes han tomado esta difícil decisión de migrar de sus países.
“Esa es la voluntad del gobierno de la
República, consolidar la transformación de la política migratoria México
para darle el rostro digno y humano que le corresponde”, dijo desde el
poblado de Catazajá, Chiapas, Osorio Chong.
El presidente de México comentó por su
parte, que cuando los migrantes ingresan a este país de manera irregular
corren riesgos adicionales que ponen en peligro su libertad, su
integridad física e incluso su propia vida, si estas circunstancias
vulneran a los adultos, son más graves cuando se trata de niños y
adolescentes que viajan solos sin ningún tipo de protección familiar.
“En México –dijo- estamos convencidos de
que el fenómenos migratorio debe ser atendido desde una perspectiva
regional corresponsable y sobre todo humana, pero también somos
conscientes de que cada nación debe hacer su parte, por ello he
dispuesto el reforzamiento de medidas para ordenar y dar mayor seguridad
al complejo fenómeno migratorio”.
¿PUERTA AL INFIERNO?
La frontera sur mexicana es para muchos centroamericanos, la puerta de entrada al “infierno”.
En el “Paso el Palenque” de Ciudad
Hidalgo un amplio cartel con dos gallos da la bienvenida a los
indocumentados, apenas a unos cinco metros de un retén militar, donde
los soldados, que resguardan la soberanía nacional mexicana sólo ven
pasar a cientos de traficantes de alimentos e indocumentados.
La Mara Salvatrucha 13 (M-13) ofrecía
hasta hace unos meses, desde la ciudad de Tecun Uman, “garantías” a los
indocumentados a cambio de unos tres mil pesos (300 dólares) para
ayudarlos a cruzar la frontera y para que no sean hostilizados por otras
bandas delincuenciales.
“La violencia no respeta el ámbito
familiar, socioeconómico ni intelectual. A ello se suma una mafia de
explotación de cinco mil niños centroamericanos llamados `canguros´y que
se dedican a vender dulces, chicles y drogas, presionados por sus
protectores”.
Morir de hambre, desempleado,
acribillado de un balazo o arrojado desde lo alto de un vagón de
ferrocarril forma parte del drama cotidiano de los migrantes. Estos se
resisten y sobreviven en su paso por la frontera caliente mexicana a
expensas de que en Estados Unidos concreten el sueño forrarse de dinero,
de billetes verdes.
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