jueves, 20 de junio de 2013

Consejo de Derechos Humanos en Chiapas: contubernios, corrupción, pugnas, desastre…



• ¿Pueden los ciudadanos confiar en consejeros que son los primeros en violar la ley?
•  Presunto desvío de 2 millones de pesos al mes para financiar a grupos subversivos
• Lorenzo López Méndez: de indígena a maniquí que vive como rey con el presupuesto


           Héctor Lavariaga/Areópago

          La broma pesada que gastó a los chiapanecos hace unos días el presidente del Consejo Estatal de los Derechos Humanos Lorenzo López Méndez es intolerable y garrafal. Es una burla. Una ofensa a la sociedad porque el tema de los derechos humanos sigue extraviado en complicidades y abusos.
          El 31 de mayo de 2013, López Méndez presentó su segundo informe de actividades al frente del organismo. Es sin duda un evento protocolario, de mero trámite burocrático, porque es bien sabido que el Consejo hace tiempo se divorció de los ciudadanos para convertirse en botín de una banda de pillos que se reparten las canonjías.
          ¿Qué puede notificar un arlequín que con la bandera indígena ha acumulado riquezas? Nada, desde luego. Pero el dichoso informe fue el mejor pretexto para montar un espectáculo circense siendo invitado de honor el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos Raúl Medina Plascencia.
          Preñado de cinismo, López dijo que el trabajo realizado en 2012 por este Consejo permitirá avanzar en la construcción de una mejor política en materia de derechos humanos. Lindas palabras, pero embarradas de hipocresía y falsedad que chocan con el dramático escenario que vive la institución.
          2012 fue particularmente un año aciago para los derechos humanos al sucumbir el Consejo en una lucha encarnizada por los cotos de impunidad; aquello se trató de una batalla campal con un solo origen y propósito: el dinero. 
          El bufón López Méndez no es el indígena tzotzil que presume ser. De indígena solo tiene el nombre, pues él, a diferencia de la gente de su etnia que usa vestimentas tradicionales que son motivo de orgullo para los chiapanecos ya que dan identidad a nuestras raíces, se arrebuja en ropas caras y elegantes, en trajes confeccionados por diseñadores europeos; calza zapatos de marca que en la tienda Liverpool cuestan alrededor de cinco mil pesos, come en los restaurantes La Mansión o el Asador Castellanos y en más de una ocasión ha paseado por el Viejo Continente con dinero del patrimonio público.
          Con una carrera desarrollada dentro del Poder Judicial del Estado en donde fungió como defensor de oficio, López Méndez llegó por primera ocasión al Consejo el 6 de enero de 2011 luego de que la designación del Ombudsman presuntamente se abrió a la participación ciudadana. Su paso en esa etapa igualmente estuvo trastabillado y manchado por los escándalos de corrupción agrandando la desconfianza social.
          Nada tiene qué presumir Lorenzo López Méndez como la sociedad tampoco debe agradecer algo al Consejo. En los dos sexenios anteriores, la llamada docena trágica, el de los derechos humanos se transformó en un asunto francamente calamitoso porque los ciudadanos permanecieron en estado de indefensión a raíz de que el Consejo sólo fue tapadera de atropellos, por un lado, y por otro una cofradía dedicada al hurto del erario.
          No están erradas las voces que se han pronunciado por la desaparición del Consejo a través de una reforma constitucional profunda, integral, que acopie ciertamente las expresiones de la gente. La reforma con Sabines fue simulada y al final el Consejo sirvió para todo, menos para proteger los derechos constitucionales de quienes aquí vivimos. Con Pablo Salazar el Consejo (que antes era Comisión) se volvió una lumia inescrupulosa y solícita para satisfacer los caprichos del poder.
          Dar las exequias al actual Consejo para regresarlo a una nueva figura ciudadanizada en verdad, no maquillada de democracia, ayudaría asimismo a enterrar a una pandilla de gandules, pendencieros, gorrones y parásitos que por años lo han controlado y han vivido placenteramente con el presupuesto que el Consejo recibe, arriba de los 30 millones de pesos que se reparte en nómina, sueldos elevadísimos de los Consejeros, viáticos para ellos y sus amantes si van de shopping a otras partes de la República y salen al extranjero.
          Si bien los derechos humanos nacen con el hombre y no son una dádiva de ningún gobierno, debe haber un organismo integrado por personas honorables y comprometidas en su promoción, defensa y divulgación. No es el caso del actual Consejo que nació tuerto, cojo y amorfo porque desde entonces majaderamente se ha privilegiado la violación de la ley cuando ese Consejo está encargado de defenderla con imparcialidad, ecuanimidad y arrojo resuelto. En casa de herrero, cuchillo de palo, instruye el dicho.
          El Congreso del Estado, que hoy sí está compuesto por hombres y mujeres de probada convicción y solvencia moral, pronto deberá intervenir a fin de escuchar el grito colectivo que pide parar la anarquía y los atracos en ese Consejo, depurarlo, colocarlo sin tapujos a las órdenes de la sociedad, o definitivamente darle los santos óleos si el caso lo amerita para que así el Ombudsman sea digno de confianza, respeto y también de admiración.

HISTORIA
          Los derechos humanos son impostergables en una sociedad democrática. Como sabemos, el quehacer de los organismos que están encargados de salvaguardar esos derechos es, por mucho, un contrapeso al desempeño del poder, pues su intervención enérgica y equilibrada logra frenar los abusos de cualquier autoridad, sobre todo las policiales.
          En Chiapas hasta ahora el Consejo Estatal de los Derechos Humanos tiene una historia ligada al desastre. Vaivenes emanados del poder oficial que no le han permitido un crecimiento y respeto sólidos, han hecho del Consejo una entidad frágil y carente de estima y verosimilitud por parte de los ciudadanos.
          La composición del Consejo Estatal de los Derechos Humanos ha sido atropellada, entre cortinas de humo y al amparo de los contubernios. ¿Pueden los ciudadanos creer en sus defensores de derechos humanos si ellos son los primeros en violar la ley?
          La Ley establece que el Consejo deberá estar compuesto por ciudadanos chiapanecos que no hayan ocupados cargos públicos. Paradójicamente la consejera Marina Patricia Jiménez, ex colaboradora del Obispo Samuel Ruiz García y diestra en estrategias guerrilleras, dama que ejerce un control notable en el Consejo, es originaria del Distrito Federal. Todos los consejeros han sido policías, asesores jurídicos o diputados, algo francamente irónico.
          Mauricio Mendoza Castañeda fue diputado local hasta noviembre de 2010 y un profesional de la política chapucera. El Consejo en la actualidad funciona con tres consejeros y un consejero presidente que es el ya célebre Lorenzo López Méndez.
          Por si fuera poco y más allá de los escándalos generados por el pleito de la jugosa chuleta en el Consejo, hay barruntos de desvíos de recursos, pues se cree que dos consejeros están usando parte del presupuesto para financiar a organizaciones subversivas llamadas no gubernamentales. Se especula que dos millones de pesos al mes se destinan para actividades sospechosas.
La pregunta es: ¿En manos de quién están los derechos humanos de los chiapanecos?

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