• Tiemblan
ex funcionarios de la banda
de Nemesio Ponce Sánchez
de Nemesio Ponce Sánchez
•
Hasta ahora no se dan a conocer resultados
de las auditorias
de las auditorias
• Llevaban
una vida anodina y se volvieron
millonarios con dinero del pueblo
millonarios con dinero del pueblo
Húbert Ochoa/Areópago.
Yassir
Vázquez Henández llevaba una vida anodina, de clase media, hasta que el poder
tocó a su puerta cuando Juan Sabines Guerrero despunta su carrera política como
diputado local. Siendo alcalde, Sabines colocó a Vázquez Hernández en una
postura estratégica que le permitía tener contacto con la gente para así ir
aplanando el camino rumbo a sus aspiraciones, sólo que éstas se truncaron
abruptamente porque el poder intoxica tanto a los hombres que termina enloqueciéndolos.
La cantina El Tubazo, ubicada sobre
el lado norte poniente de la ciudad, es famosa por sus botanas. La oreja y la
carraca son las más solicitadas que van generosamente adornadas de deliciosas
rodajas de cebollas, tomate y aguacate. Es una cantina democrática porque
pueden frecuentarla obreros, albañiles, carpinteros, los estafadores de
incautos con el juego de la bolita, prostitutas, rateros, hasta maestros de la
corriente democrática en día de quincena.
Héctor
Darío, mesero decano de la célebre tasca, me dijo en una ocasión: Aquí venía
Yassir. Se sentaba siempre en una mesa de aquella esquina y señala con el
índice derecho el lugar preferido por el ex alcalde, cerca de la rocola. Ponía
diez pesos de música en canciones de Los Tigres del Norte (le gustaba el jefe
de jefes) y de Marco Antonio Solís la de tu cárcel. No se usted, pero quizá
desde entonces Yassir Vázquez vislumbraba un final sombrío en su carrera
pública después de saborear las mieles de la riqueza, a saber por su gusto
marcado por esa melodía del señor Solís.
Yassir
Vázquez pedía un plato mixto de oreja y carraca que comía con cerveza sol. Al tubazo igualmente llegó
varias veces Juan Sabines. Ambos, desde luego, eran simples terrenales. Sabines
también visitaba con frecuencia el restaurantillo Los Limones, propiedad de
Carlitos Hernández, localizado en la avenida central poniente, a unas cuadras
del parque de la marimba, en donde ordenaba tacos al pastor y tomaba whiskys
etiqueta roja.
Debo aclarar que conocí a Héctor Darío para corroborar
el dato que me dieron. Asistí al tubazo en compañía de un amigo
médico y, en efecto, es un lugar en donde se mezcla el tufillo a micción, las
mentadas de madre de los parroquianos, las carcajadas, el olor a costillas de
cerdo fritas y el aroma del menjurje entre loción verde y albahaca, pero
ciertamente allí se olvida por algunas horas las complicaciones de la
existencia, sobre todo ahora que Chiapas atraviesa un problema económico que
genera falta de circulante y lamentos en las familias.
En
la colonia Las Palmas, en una esquina de la entrada principal, hay una
cenaduría especializada en parrilladas y carne asada. Yassir Vázquez acudía
sólo y, arrinconado en una mesa de la esquina, cenaba y bebía whisky etiqueta
roja. Se le observaba ensimismado, con rostro de angustia. No sonreía y una
noche conmovió a los meseros porque repentinamente se soltó en llanto. Nunca se
supo porqué. Hablamos de su época de pelagatos, no en la que disfrutó el
imperio.
El
poder actúa como una droga en los individuos nescientes e insensatos. Creen que
todo el tiempo van a tenerlo y cuando están en él le hacen daño al pueblo. Es
una ironía absurda, enigmática, incomprensible, que en vez de servir con
probidad y rectitud al ciudadano que con su voto los ha llevado al trono, terminan
perjudicándolo con atrocidades y actos de corrupción, pues se creen reyes o
dioses en la tierra con visa para la impunidad.
Las
anécdotas ordinarias narradas en torno de Yassir Vázquez Hernández dibujan a la
perfección un cambio brusco. Responsable del quebranto financiero en la comuna
de Tuxtla Gutiérrez en donde heredó una deuda cercana a los mil millones de
pesos, Vázquez ya no es por supuesto aquel sujeto mediocre que acudía a los
tugurios y a los merenderos nocturnos, sino uno de los nuevos ricos de Tuxtla
dueño presuntamente de propiedades en Cancún y Acapulco, con una chequera
envidiable que usted y yo jamás podríamos alcanzar en toda una vida de trabajo.
En
quince meses (contando el interinato de Felipe Granda Pastrana, que de vendedor
de pantimedias pasó a primera autoridad de la ciudad por turbios arreglos de
Nemesio Ponce Sánchez, el poderoso subsecretario de gobierno durante seis
años), los impuestos de los tuxtrlecos sirvieron para pagar al menos once
millones de pesos en viáticos, gasolina y telefonía celular del círculo de
primera línea.
Quizá
eso resulte una bicoca en comparación al millonario fraude que representó la
obra que
viva el centro, anunciado como el proyecto estelar del sexenio anterior
y con el que habrían de inmortalizarse Sabines y Yassir Vázquez Hernández.
Según las estimaciones, la inversión planeada de 400 millones de pesos se
rebasó en mucho provocando un enorme boquete monetario que obligará al
ayuntamiento actual a gestionar al menos 2 mil millones de pesos adicionales a
su presupuesto, sólo en este año.
No
obstante la exigencia colectiva de mandar a prisión al ex alcalde y a todos los
implicados en ese gigantesco atraco, hasta ahora no se dan a conocer los
resultados de las auditorias que conjeturalmente llevó a cabo el Órgano de
Fiscalización Superior del Estado. Son al menos 86 empresas que, se dice, están
sujetas a una indagación con lupa para determinar su grado de complicidad o
exculpación en ese hecho que mantiene indignados a los tuxtlecos.
El
sentido común concluye que la obra que viva el centro no sólo destruyó la
capital y su imagen urbana con calles y avenidas que transitarlas a pie o en
coche en día resulta un vía crucis, sino se trató del pretexto ubérrimo para que una banda de ladrones se apropiara
del erario público con singular hartazgo.
Hace
seis meses se dijo a la ciudadanía que solo se esperaban los resultados de los
peritajes para proceder penalmente y llevar al patíbulo a los involucrados. A
finales de enero de 2013, en una gira por Tapachula, el procurador Racial López
Salazar afirmó que “la impartición de la justicia es transparente y en el marco
de la ley”.
-LOS 50 LADRONES-
El
arraigo ordenado por la Procuraduría General
de la República
hacia el ex gobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo, reavivó la confianza de
la sociedad chiapaneca en la justicia. Fuentes confiables indican que el
expediente que sigue es el de Chiapas, ya que el 7 de abril de 2013, la PGR dio entrada a la demanda
presentada por el activista social Horacio Culebro Borrayas en contra de 50
funcionarios del sexenio 2006-2012, por los delitos de asociación delictuosa,
delincuencia organizada, abuso de funciones, abuso de autoridad, entre otros.
Se
cree que la PGR
tiene ya varias averiguaciones previas para encarcelar a los envueltos en un
peculado de 40 mil millones de pesos; es decir, Nemesio Ponce Sánchez, los
hermanos Perkins Cardoso, Alejandro y Antonio Gamboa López, James Gómez Montes,
ex secretario de salud, el propio Vázquez Hernández y otros en breve deben ser
llevados tras las rejas.
No
se sabe en donde se hallan los ex funcionarios bajo sospecha. Hay datos de que
los dueños de algunas constructoras que tuvieron qué ver con la obra que viva
el centro están escondidos en Estados Unidos. Al ex alcalde no se le ve en
Tuxtla desde enero de 2013 y se ignora su paradero.
El
penalista Horacio Culero Borrayas dice que es urgente calmar la sed de justicia
de los chiapanecos, como parece ocurre en la tierra del edén. Pero no es
suficiente, insiste Borrayas, en que los responsables del robo del siglo en
Chiapas y de la asfixiante crisis económica que nos agobia, sean nada más
llevados a la cárcel: también se les debe confiscar lo hurtado, pues eso
pertenece al pueblo.
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