lunes, 1 de julio de 2013

Robledo Aburto, cabeza del plan siniestro para convulsionar Chiapas

 

• El Senador perredista, la carta fuerte de la banda de Nemesio Ponce Sánchez para librar la acción penal
• Mediante el golpeteo mediático, pretenden intimidar al gobierno actual buscando una negociación política
• La reunión furtiva de Acapulco, parte de la escalada de ataques que se avecina en Chiapas


            Húbert Ochoa/Areópago.

         Zoé Alejandro era un adolescente de 15 años de edad cuando su familia padeció un acto de ignominia que le provocó graves llagas emocionales que, al no ser atendidas por la ciencia médica especializada, provocaron en él sentimientos de rencor y deseos de venganza. Era un púber, sí, pero con la cognición suficiente para entender el tamaño de la deshonra.
          Más allá de buscar la atención psiquiátrica o el consuelo en cualquier religión pues entonces a México no llegaba Laura en América, el muchacho se afianzó en la arrogancia familiar sin observar que en tiempo perentorio esas emociones negativas se irían profundizando como suele ocurrir con cualquier enfermedad no tratada. Hoy, a los 34 años de edad, sus demonios internos lo atormentan y le exigen desquite ante aquel oprobio.
            El 14 de febrero de 1995, Eduardo Robledo Rincón fue despedido del gobierno de Chiapas tras 69 días de encargo entre golpe y porrazo. El centralismo predominante forzó la vergonzosa destitución a saber por dos razones preponderantes: la incapacidad política del priísta de la vieja escuela y la presión de la guerrilla zapatista que lo veía como una amenaza para la paz en Chiapas y había condicionado al gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León. Otra desventaja de Robledo era su amistad con el asesinado Luis Donaldo Colossio.
            Con el rostro contrito, desencajado, casi al borde de las lágrimas, en cadena nacional Robledo Rincón hizo el anuncio de su cesantía bochornosa que él la llamó “renuncia voluntaria”. Su proyecto de la casa de los cuatro horcones se derrumbó atronadoramente junto con las ambiciones de una jauría lista para meterle diente al presupuesto, aunque su herencia ciertamente fue infausta para los chiapanecos porque Robledo traía un gabinete de miedo cuyas piezas clave  metió con calzador en la administración interina del lerdo Julio Cesar Ruiz Ferro.
            Como quitapesares y bálsamo a la herida, Ernesto Zedillo primero lo hizo Secretario de la Reforma Agraria y después lo mandó de Embajador de México  a Argentina. A casi dos décadas de ese hecho, los analistas juzgan que Zedillo hizo bien en remover al gobernador Robledo aunque haya pasado por encima de las leyes locales pues, así, logró contener los ánimos furibundos del zapatismo que en esos días andaba ensoberbecido y desbordaba simpatía de corrientes internacionales promotoras de derechos humanos que, para variar, tampoco veían con buenos ojos la permanencia de Robledo en el Ejecutivo.
            Figura quid en la transición política a la sazón lo fue el Obispo Samuel Ruiz García, hasta antes de su muerte (enero de 2011) arquetipo del movimiento insurgente. Calificado de cura iconoclasta pero jamás desligado de la defensa de los derechos indígenas, la fuerza de Don Samuel en el poder oficial lo llevó a dar órdenes a gobernadores (lo hacía frecuentemente con Pablo Salazar y Juan Sabines) hasta manosear la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
            Naturalmente Robledo Rincón cargó con el clan a Argentina y de él poco o casi nada se sabía, salvo los convites que ofrecía en la Embajada a propósito de las fiestas patrias, ya que fletaba vuelos comerciales de empleados y artesanos con los implementos necesarios para elaborar allá la comida típica chiapaneca.
            La ciencia instruye que el primer paso para la medicación de una contusión relacionada con los reconcomios  es admitir que existe dolor en el alma, que no en el corazón. Al aceptar la herida emocional permite capacidad al individuo a administrar sus entusiasmos y le da claridad mental. La negación es la otra vía, pero ella mete al sujeto a un peligroso laberinto de obnubilación que lo lleva a revivir en la mente la ofensa del pasado. Una y otra vez, como una película repetida.
            Zoé Alejandro Robledo Aburto llegó a Chiapas en 2009, a los 30 años de edad, tres lustros después de que su padre, Eduardo Robledo Rincón, padeció aquella afrenta que los chiapanecos menos olvidan. Lo rescató del ostracismo Juan Sabines Guerrero y lo incrustó en el Canal 10 del gobierno estatal  con el gafete de analista, pero francamente era un puesto para taparle el ojo al macho porque ya estaba aplanado el camino político que habría de recorrer.
            Al año siguiente, en 2010, sin un currículum político de aval y un extraño en su propia tierra pues se dice que nació en Tuxtla Gutiérrez aunque nunca ha vivido en ella, Robledo Aburto saltó a un escaño de la LXIV Legislatura por el Distrito de Motozintla postulado por la Coalición PAN-PRD-PANAL y Convergencia convirtiéndose en un empleado del Ejecutivo deshonrando como su padre el noble oficio de la política y la figura del Parlamentario.
SINIESTRO
        Coligado a la mafia que encabezó en seis años Nemesio Ponce Sánchez en la que sobresalen miembros con estrellita en la frente como los hermanos Perkins Cardoso, los Gamboa Borraz, Yassir Vázquez Hernández, Samuel Toledo Córdova Toledo, entre otros,  Zoé Robledo Aburto usa las influencias del progenitor tratando de generar cismas políticos en Chiapas pues se lame los dedos por dirigir un mandato interino.
            El junior Robledo hizo estudios en el Instituto Tecnológico Autónomo de México e igualmente se desempeñó como lacayo del grupo Salinas desde el Canal 40 y fugazmente, sin éxito, en la barra de opinión de TV Azteca. Invierte tiempo, dinero y esfuerzos en una campaña feroz en las redes sociales para desprestigiar al gobierno en curso. Uno de sus operadores es Rodrigo Aquino, individuo de aspecto desaliñado pero un profesional en las truculencias.
            Semanas recientes Robledo estuvo en Acapulco en un conciliábulo oscuro. El cártel de Nemesio Ponce Sánchez intenta frenar la avalancha de voces que pide mandar a prisión a los responsables del peculado de 40 mil millones de pesos que tiene a Chiapas en crisis financiera. Aburto es el palafrenero para golpear a las autoridades estatales apostándole a la intimidación y luego de ello una eventual negociación política para que la pandilla de Nemesio Ponce evada cualquier acción penal.
            Como en el arte de la guerra de Sun Tzu, la turba que desgobernó Chiapas de 2006 a 2012 pretende combatir al enemigo dentro de su misma estrategia. Pero hay una aberración fantástica, pues aquí el enemigo es el pueblo de Chiapas y lo único que deberán hacer las autoridades ministeriales de ahora es cumplir la ley en el marco del Derecho y abrir las puertas de El Amate para los ladrones.
            Robledo Aburto es una carta que ha jugarse la banda de Ponce Sánchez. Es un alfil. Robledo no puede negar sus vínculos con ese corro de pillos aunque lo intente. Está embarrado. El 10 de octubre de 2012, en el otoño del sabinato, Robledo Aburto no tuvo ningún empacho en manifestar su adhesión al grupo en una valiente carta en la que hacía una apasionada defensa a ese gobierno y le manifestaba su reconocimiento por sus amplios logros, sobre todo en lo referente a la reconciliación y a la seguridad.

            “Es más que mi padre” le faltó decir en esa  apología a Robledo Aburto para parafrasear al odiado locutor Ariel Gómez León, alías El chunco al hacer referencia a Sabines Guerrero en los días más esplendorosos del sabinato.

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