• La vida de un adolescente que en Estados Unidos tuvo que ingeniárselas para salir adelante; muchas veces lloró, pero no regresó como un fracasado
• Hombre de fe que cree en Dios, fue lavaplatos, cocinero de un McDonald’s hasta intendente del aeropuerto de Salt Lake City
• Dice a Areópago: Hoy el deporte es una moda, es prevención, es salud y es plenitud. Si somos capaces de lograr que esto permanezca después de estos seis años, vamos a tener generaciones mucho muy sanas para construir el desarrollo de Chiapas. Si no tienes salud no tienes nada.
Húbert Ochoa/Areópago.
La vida del muchacho Carlos Arturo Penagos Vargas dio un cambio
brusco, inesperado, cuando en 1994 la familia cayó en graves problemas
financieros debido a la recesión económica generada en la transición
política de los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari a Ernesto
Zedillo Ponce de León, donde el país se quedó sin reservas
internacionales por la devaluación del peso, a la par de la ebullición
del conflicto zapatista. Eran días de caos para todos.
Semanas antes de ese hecho histórico, el joven había sido enviado a
los Estados Unidos para estudiar inglés en premio a su buen
comportamiento; es decir, iba a un curso de intercambio estudiantil ya
que aquí, durante la primaria y la secundaria que hizo en escuelas
públicas, obtuvo excelentes notas que desbordaron el orgullo de los
padres.
Hijo de Carlos Penagos, un honorable arquitecto capitalino conocido
por su entrega al esfuerzo, y de la ama de casa María Xóchitl Vargas,
originaria de Tapachula, Carlos Arturo nació en el hospital Rojas de
Tuxtla Gutiérrez y su niñez y adolescencia las vivió en el populoso y
emblemático barrio de San Roque, en el corazón de Coyatoc, reputado por
su templo empinado sobre una colina, rodeado de nambimbos y que debe su
nombre al santo que, a principios del siglo XX, tuvo poderes celestiales
para curar la epidemia de cólera que atacó a los nativos.
Siempre circunspecto pero emprendedor desde sus años mozo, educado en
la religión mormona cuyos oficiantes se distinguen por su devoción al
prójimo, Carlos se encontró de pronto en un brete porque, admite hoy con
humildad, no quería regresar a Tuxtla como un fracasado pues a la
tierra de Abraham Lincoln llegó para aprender el idioma universal.
Si bien aquí el clan le advertía la inextricable situación monetaria
que atravesaba, tomó una decisión de la que, afirma sin reconcomios,
jamás ha de arrepentirse porque ella fue una lección de vida. Así que
resolvió quedarse en aquella lejana nación y en donde los latinos,
principalmente los mexicanos, son víctimas de una brutal segregación.
-Ya no hay dinero para mandarte y cubrirte los gastos, le previno el
padre. Carlos, sin arredrarse o caer en pánico, le respondió que su
disposición era terminar lo que había empezado. Así emprendió una
odisea, un vía crucis que, sin duda, lo moldeó en el ser humano
extraordinario y de una sola pieza que hoy es.
Estaba en Salt Lake City, capital del estado de Utah en el hogar de
unos amigos de sus padres que igualmente le señalaron que para
permanecer con ellos debía trabajar para aportar en los gastos y
sostenerse a sí mismo. No había marcha atrás. Al día siguiente de su
decisión, Carlos se tiró a las calles en busca de un empleo que
consiguió rápidamente por su carisma y su convincente disposición.
Empezó de lavaplatos en un restaurante cercano ganando 3 dólares con
50 centavos la hora. Eso le permitía contribuir en su alimentación y aún
ahorrar. Nunca ha tenido vicios y su único hobby, si le quedaba tiempo,
era ir al cine que también usaba como escuela para seguir aprendiendo
inglés. Sin embargo se avecinaba otro trance.
Carlos deseaba con vehemencia el dominio del inglés y continuar sus
estudios de preparatoria pero para adquirir la visa de estudiante el
gobierno de Estados Unidos le pedía 3 mil 500 dólares. Apenas tenía 300
dólares bajo el colchón. Ahí fue la primera vez que lloró, de las
muchas veces más que lo hizo en su cuarto abrazado por la soledad, la
melancolía y la nostalgia que produce estar fuera de Tuxtla, de no poder
acariciar sus días soleados ni de saborear el pozol de cacao o degustar
el manguito verde; de añorar la amabilidad de la gente, los días de
plaza pero, sobre todo, estar a miles de kilómetros de la familia.
-¿Cómo conseguir ese dinero si ya estaba notificado de que allá
quedaba por su cuenta y apenas tenía guardados 300 dólares? El
fantasma de la deportación se hacía presente.
HOMBRE DE FÉ
-Soy un hombre de fe que cree en Cristo. Desde niño mis
padres me enseñaron a orar, me dice mirándome de frente con sus ojos
color marrón iluminados por la sinceridad. Cristo, afirma sin
titubeos, le hizo un milagro porque en esos momentos de turbulencia una
persona le proporcionó los 3 mil 500 dólares para adquirir la
visa. Se los entregó en un sobresito y todavía después le acompañó a realizar todos los trámites para obtener la documentación.
Carlos dice que aquello fue una señal. Ya con los papeles legales
bajo el brazo y henchido de alegría, después de comunicar a sus padres
tal señal, se inscribió en una preparatoria de gobierno y
combinaba las clases con el trabajo. También iba a inglés. El panorama
no sólo se despejaba sino que pintaba exitoso.
Entraba a la escuela a las siete y media de la mañana y salía a las
dos de la tarde. Solo le quedaban pocos minutos para cambiarse y llegar
rayando al trabajo de donde terminaba, rendido, a las once de la noche.
Volvía a casa, estudiaba un par de horas, hacía sus oraciones y dormía
para levantarse a las cinco y media de la mañana y empezar la hazaña
cotidiana.
Los meses pasaron. Un día se le presentó la oportunidad de trabajar en un McDonald’s. Ni
lo pensó dos veces. Allí fue cocinero y ganaba 5 dólares la hora. Su
hábil manejo del inglés le empezó a abrir las puertas y así llegó a
intendente del aeropuerto de Salt Lake City en donde también abogaba
por los derechos de los trabajadores mexicanos. No obstante las
largas y extenuantes jornadas laborales terminó la preparatoria y el
gobierno de los Estados Unidos, en un caso sui generis, le ofreció una
beca con cinco opciones para seguir estudiando. Las vacaciones escolares
asimismo las aprovechaba para llevar dos trabajos.
Allá Carlos experimentó la discriminación. Decenas de veces le
lanzaron agua hasta empapar sus ropas cuando caminaba por alguna calle
rumbo a la escuela o al trabajo, a pesar de su color de piel claro y de
que no tiene el cabello oscuro. Es de rasgos finos independientemente
de haber nacido en cuna modesta. Vio de frente al Kukuxklán, esa agrupación extremista que practica y promueve la xenofobia llegando incluso al asesinato.
EL REGRESO
En 1998 doña Xóchilt, su madre, enfermó gravemente de una hernia en
la columna vertebral y eso lo obligó a regresar. Con sus ahorros, ya con
el manejo del inglés a la perfección, Carlos retornó a Tuxtla
Gutiérrez para ayudar en el gasto de la enfermedad de su madre porque la
familia todavía no superaba la crisis financiera.
De inmediato echó manos a la obra. Inició una pequeña empresa con la
venta de anillos de graduación que en breve lapso le dio grandes
resultados. Simultáneamente se inscribió en la licenciatura en la
Universidad Salazar y se desempeñaba como maestro de inglés en la
Universidad Valle del Grijalva, en el colegio Paulo Freire y en
Inglés Individual: en ésta dio instrucción cuatro años de los cinco
que cursó la carrera en la Salazar.
La señora Xóchil fue operada precisamente por el doctor Manuel
Velasco Suárez, abuelo del gobernador actual. Si bien el eminente
neurocirujano no cobró por sus servicios pues su filantropía es
universalmente popular, la familia debía cubrir la convalecencia de la
madre y todos empezaron a organizarse para salir adelante.
La empresa de la venta de anillos daba tan buenos resultados que la
familia pudo hacerse de una joyería. El negocio de la construcción
estaba en ruinas.
-Las cosas funcionan si uno empieza a crearlas, afirma Carlos
Penagos. Tuxtla y Chiapas están llenos de oportunidades, sólo que
también nosotros debemos ser imaginativos, agrega convencido de que lo
vivido en Estados Unidos fue inequívocamente una etapa que marcó su
existencia.
Hoy, a los 34 años de edad, casado con Maricarmen Fuentes Pariente
con quien ha procreado a Carlos, Juan Pablo y Antonio, sostiene estar
encantado de la oportunidad que Dios y la vida le han dado de servir a
los chiapanecos desde una actividad vital para todos los seres humanos:
el deporte. Es desde el inicio del gobierno de Manuel Velasco
Coello Secretario de la Juventud, Recreación y Deporte, una
responsabilidad de altísima envergadura debido a que este gobierno
ha hecho del deporte una de sus prioridades, en un notable contraste al
pasado, tiempos en que se privilegiaron las borracheras, la impunidad y
la rapiña.
Nacido bajo el signo de Cáncer y por lo tanto noble y
sentimental, amigable, que no busca conflictos con nadie, Carlos Penagos
Vargas confiesa que en su árbol genealógico no hay frutos políticos. Él
es el único que se dedica a este brillante arte.
Vestido con un pantalón de mezclilla, camisa mangas largas de cuadros
color rojo, en una modesta oficina en la que sólo se observan una mesa
de juntas color negro y pequeños cuadros que enmarcan sus fotografías
con el gobernador Velasco Coello y en las que hay un antes y un
después en su persona que se manifiesta en una evidente reducción
de peso, Carlos me revela que trabajar al lado del gobernador Velasco es
otra experiencia enriquecedora en su vida.
Se sincera: “Antes para mí era un enorme sacrificio salir a correr.
Hoy es una diversión. He modificado mis hábitos de vida. Corro doce
kilómetros, antes si acaso 300 metros. He aprendido que el deporte es
una actividad que nos une con la familia, con los amigos, por eso se
impulsa la Cruzada Estatal del Deporte y se invierten, como nunca antes,
recursos en infraestructura deportiva.
-¿Entonces crees que el deporte es la panacea que nos sacará de todos los problemas?
-No es la panacea, pero es una parte muy importante para estar bien.
Una de las metas de todos los seres humanos es estar bien y ser feliz y
para estar bien y feliz debemos estar bien físicamente, no tener
enfermedades. Por eso, insisto, en Chiapas se está derramando dinero
para crear muchísima infraestructura principalmente para los jóvenes,
algo que nunca había ocurrido.
Agrega: Hoy el deporte es una moda, es prevención, es salud y es
plenitud. Si somos capaces de lograr que esto permanezca después de
estos seis años, vamos a tener generaciones mucho muy sanas para
construir el desarrollo de Chiapas. Si no tienes salud no tienes nada.
-Cómo conoces al gobernador Manuel Velasco Coello?
-Él era dirigente del Partido Verde y yo estaba en Convergencia que
luego fue Movimiento Ciudadano. Hablábamos siempre de Chiapas. Yo
escuchaba desde entonces su preocupación por el estado y su gente. Me
decía que tenía un proyecto y que si ese proyecto cuajaba, me invitaba a
colaborar con su gobierno.
Más allá de que ambos son contemporáneos, Carlos Penagos afirma sin
titubeos su confianza en el gobernador Velasco. Esa coincidencia con
sus ideales lo llevó en su momento a abandonar Movimiento Ciudadano y
claramente se lo dijo a la candidata de ese partido y a quienes lo
invitaron a dirigirlo, que su simpatía estaba con otro proyecto.
Admirador de Nelson Mandela, de niño Carlos tuvo un héroe que idealizaba. Nefi
es uno de los personajes principales del libro de los mormones que se
le retrata por su humildad, su habilidad para la caza, respetuoso y
obediente de Dios y protector de su pueblo. Un virtuoso en el hablar.
Penagos sostiene sin ambages que el gobernador Velasco guarda mucha
analogía con aquel héroe de su niñez. Y dice por qué: Es un gobernador
preocupado y ocupado por su pueblo que está impulsando una revolución
generacional. Política, social, económica, cultural y empresarialmente
en día se camina con rumbo, con precisión. Es un gobierno que sirve a
todos y está abriendo una enorme brecha de oportunidades para la
juventud. Hoy Chiapas es una tierra de opciones para todos y de paz. En
Chiapas vamos a demostrar en estos seis años que los sueños se hacen
realidad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario